A ver qué pasa con el voluntariado. Porque si por comodidad o pereza vamos dejando que la Administración lo controle cada vez más acabará desapareciendo o pasando a la clandestinidad. Como si en vez de ser alegal fuera antilegal. El voluntariado es la energía espontánea de la que viven las asociaciones, la vida vecinal, el folclore y la cultura más de andar por casa, la mismísima caridad, y la pedagogía más sencilla. Pero ese voluntariado de tanta tradición en Navarra, para no acabar convertido en funcionariado de baja estofa, necesita un espacio de libertad en el que no meta las narices ni el más pequeño inspector. Un espacio casi diría de vacío legal en el que nadie cuente ni las horas, ni los requisitos, ni los resultados prácticos de las tareas voluntarias. El peligro es que la hiperactividad legislativa tiende a considerar los vacios legales como espacios a conquistar y bien pudiera pasar que un señor voluntario dejara de serlo si le empiezan a incordiar demasiado con normas, requisitos, carnets y burocracias variadas.
Jerónimo Erro