A los políticos de a pie, a los más cercanos a la gente, a los concejales, o los de la política regional, no les importan los grandes debates políticos. O al menos no se les nota. Atentos con los cinco sentidos a ese peligroso engranaje electoral que eleva a los dóciles y tritura a los díscolos prefieren no meterse en los asuntos que ya se encarga de definir la cúpula misteriosa de cada partido. No se dan cuenta de que el problema de la política actual no consiste en ir tirando. Si se tratara de eso no habría problema. La cuestión es que existe un debate ideológico muy profundo que se está ocultando a todo el mundo en general. No tiene nada de particular que se dificulte la participación en el mismo de la gente de a pie, todas las otras dictaduras lo han hecho anteriormente, lo malo es que ni siquiera al 80% de los políticos les esté permitido cuestionarse los dogmas que emanan del sanedrín de lo políticamente correcto. Y lo peor es que, pudiendo decir algo, dejen hacer y sirvan día tras día para consolidar las ideologías que jerárquicamente se nos van imponiendo. A lo mejor alguno espera ahora que empiece a enumerar esos ejemplos que me gusta sacar a relucir como la imposición de la ideología de género, o el socialismo estatalista. Pero no. Es que ni siquiera los concejales con ideas zurdas tienen libertad para decir claramente lo que piensan. Tampoco les pido que hagan como el alcalde de Móstoles de 1808 pero en fin, ¡un poco más de personalidad hombre!
Jerónimo Erro