Ni soy economista ni conozco el estado real de las arcas de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Navarra. Menos aún sé acerca de la necesidad que la Caja General de Ahorros de Canarias podría tener de mediofusionarse con nuestra caja foral. Lo único que se me ocurre decir ahora, a falta de que se vayan conociendo nuevos datos sobre la operación, es una perogrullada: que cada vez hay menos cajas. ¿Es eso inevitable? ¿Es bueno o malo? Supongo que este proceso de fusiones que se viene produciendo desde hace bastantes años en toda clase de empresas, no solo en bancos y cajas, es una de las consecuencias lógicas a las que nos aboca la globalización. Los señores cajeros nos dicen que ahora van a ser más grandes. Si. Pero van a ser menos. Que van a crecer en volumen. Si. Pero no nos dicen que se reducen en cantidad. Todo tiene sus pros y sus contras en esta vida. Y yo al menos aprecio bastante que tengamos siempre a mano un Sr. Goñi aquí, en Pamplona. Las cajas de ahorro, no lo olvidemos, son instituciones que nacieron con una vocación de arraigo y eso es lo que las ha hecho crecer. Como los frutales autóctonos se han adaptado al terreno, al microclima de cada territorio, para aprovechar eficientemente las circunstancias. En este sentido cualquier fusión es un empobrecimiento. Porque no siempre resulta que pocos grandes sean mejor cosa que muchos pequeños. Es lo mismo que cuando se extingue una especie vegetal o desaparece del mercado una variedad autóctona. Espero que los sabios de viálogos hayan sopesado también estas razones.
Jerónimo Erro