Los antiguos enclaves coloniales de Hong Kong y Macao tienen la categoría, desde hace tres lustros, de «región administrativa especial». Esto quiere decir que los emperadores comunistas de la China han establecido con esos territorios un pacto foral como forma de garantizar una convivencia estable. No es correcto afirmar que les hayan concedido una autonomía, ni siquiera un privilegio. Lo que ha habido entre unos y otros es un reconocimiento de sus usos y costumbres, una anexión pactada por la que el emperador postmaoista ha jurado guardar y hacer guardar los fueros hongkongarras.
No se trata de una concesión, sino de un reconocimiento.
Al defender ahora lo suyo, sus derechos, sus viejas leyes propias ante algunos presuntos abusos de emperador del partido único y sus virreyes, no cuestionan ni hacen de menos los infanzones de Hong Kong al resto de sus compatriotas chinos. Si otras regiones chinas perdieron con anterioridad sus peculiaridades legales, barridas por el monstruo del racionalismo burocrático, no es culpa de los chinos que han sabido o podido mantener las suyas en los trepidantes hormigueros de Macao y Hong Kong. Al revés. Si alguna esperanza nos queda -en la China o las Españas- para humanizar estas cosas tan peligrosas que tienen que ver con las identidades y las fronteras políticas es la de que volvamos todos al espíritu foral. Un espíritu de unidad, lealtad y compromiso. Un espíritu pensado para vivir juntos, para siempre, como un matrimonio bien avenido. Porque lo más contrario al Fuero no es el centralismo sino el espíritu autonomista, esa mentalidad que, como saben todos los padres del mundo, concluye su tira-y-afloja el día en que el joven abandona -¡por fin!- el nido familiar.
«Navarra -y Hong Kong- serán el asombro del mundo». Ojalá llegáramos a ser un ejemplo para el mundo.
Un comentario
Querido Jerónimo.
Me encanta la fantsía y la ciencia ficción. Por tanto, me gustan sus textos provocadores, pero este creo que es demasiado bizarro hasta para mí. Creo que demasiado lejano y no solo en el tiempo y el espacio. Hay muchas diferencias, demasiadas, como para que lo que dice pueda ser considerado seriamente.
En primer lugar, no es que unos hayan sabido mantener sus derechos, que tuvieron (y perdieron en un pasado remoto o inmediato) el resto de los compatriotas chinos. Los primeros los recibieron de las autoridades inglesas, que se rigen democráticamente. Los segundos, no los han tenido jamás d elos jamases en toda su historia, que yo sepa. Los Hongkongeses son marcianos en un mar de sumisión china.
En segundo lugar, no hay una contraposición entre las «viejas leyes propias» de los habitantes de Hongkong y los derechos del resto de los chinos, sino entre gentes que sí tienen derechos políticos homologables a los nuestros (son ciudadanos) y otros que NO los tienen y por tanto, son meros súbditos de un régimen totalitario.
Los fueros son un antecedente constitucional, como la Carta Magna británica de 1215, o como los movimientos comuneros en Castilla, según algunos historiadores, pues en definitiva,fueron movimientos que trataron de controlar el poder real o imperial. Como tal antecedente son respetabilísimos. Pero no tienen comparación con el contenido ético y humano propio de las constituciones modernas desde la americana, la francesa o la española de 1812. Son estas constituciones las que tienen un contenido que realmente garantiza los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Son estas constituciones españolas del S XIX y XX las que garantizan la condición de ciudadano con derechos políticos. No el Fuero general (ya me gustaría ver a mi a la sociedad regirse por los seis tomos de derecho civil, tributario, militar, y nobiliario de los libros del Fuero)
más que a título de antecedente, si se quiere.