Resulta paradójico -o no- que la intelectualidad izquierdista más atea y presuntamente impermeable a cualquier planteamiento religioso lleve años tolerando y animando, de forma consciente, a los islamistas más radicales. Las ocurrencias de Chaves en Venezuela no son una excepción. Los guiños del zapaterismo a toda la morisma que poco a poco se instala con todas las facilidades entre nosotros tampoco. No es casual que los reproches de la progresía a la situación infrahumana de la mujer en el Islam sean tan débiles. Las social-feministas serán capaces de destripar los cuentos infantiles cristianos para contarnos la historia de «Ceniciento». Pero jamás se atreverán a expurgar el machismo del Corán o de Las Mil y una Noches. ¿Por qué? Lo que sucede es que desde el fondo de su corazón materialista y con el respaldo de todas las teologías cristofóbicas de la historia el viejo marxismo está mutando para optar, cada vez con menor disimulo, por ese auténtico «Reino de Dios sin Cristo» que es el Islam. No es la idea del paraíso ultraterreno lo que más emociona a los progres relativistas occidentales que se ponen nostálgicos ante la vista de una chilaba. Lo que encaja perfectamente en su estrecho marco ideológico es la simpleza totalitaria de los ayatolás, incapaces de distinguir entre poder civil y poder religioso. No estamos pues ante un problema religioso: el problema del totalitarismo islamista radical es político. O en todo caso político-religioso, lo mismo que el problema del totalitarismo nacionalista etarra cuyo ciclo se cierra ahora. Tal vez nunca hayan hecho nada malo juntas, pero si quiere algo anticatólico y antiespañol elija usted: o la ETA o Al-Qaeda. Así están las cosas, y así habremos de resumir pues las dos opciones que nos quedan a los cristianos: O la opción buenista de un «Cristo sin Reino», de un Cristo ñoño que se oculta con el Evangelio amputado en la catacumba de la conciencia personal. O la opción del «Reino de Cristo», la apuesta profética de un tal Bernardo de Hoyos, jesuíta, que mira por donde, va a ser canonizado en Valladolid el próximo día 18 de abril.
2 respuestas
Le ha faltado decir que la consagración de Navarra que se va a hacer dentro de poco también tiene que ver con todo esto.
Se le ha olvidado la cuarta posiblidad: «un cristo de reino» que es la más actual de las posibilidades, je, je.
No en serio, don Jerónimo, muy acertado su análisis.
Pero en lo que se refiere a España, y su entronque cristiano, permitame pedirle que huya Ud. de la polarización que dice Ud al ponernos ante una elección salomónica: o «cristo ñoño» (¿se refiere Ud al pietismo del santo, que creyò que se le concedía -oh favor divino- la extensión del Reino a España?) o «el Cristo Rey» (con pistolón al cinto) de Carlismo y otras arcadias similares? Yo es que no le entiendo. A mi me sueña ñoñísimo el Santo que Ud. cita como «apuesta profética», y en cambio, me asusta el «cristo rey» porque si cambio cristo por «Alá» me parece que es lo mismo para una sociedad
Ni reacción conservadora, ni furia destructora. Hay que conservar, y hay que renovar, al mismo tiempo… ya se que es jodidamente dificil.. Y mire, si la opción de lo que Ud. llama «reino de cristo» es la de un particular, pues muy bien, pero el problema es que eso no se puede proponer como modelo social, porque entonces estamos en lo mismo que critica: en una religión ideológica, una religión ordenadora de toda la sociedad. En suma, una religión imperativa, con vocación de religión única, de unica religión verdadera, a lo que propende la musulmana que Ud. (con razón) teme y critica.