El informe PISA, que desde el año 2000 mide la calidad educativa de los países pertenecientes a la OCDE, una vez más, es demoledor con España. Los datos publicados el pasado día 7 ponen de manifiesto la deplorable mediocridad de la escuela española, que se sitúa a 12 puntos de la media en conocimientos matemáticos, científicos y literarios. Es decir, en todo. Lo que muestra este tercer informe PISA es el fruto de una ley, la Logse, que pusieron en marcha los gobiernos socialistas de Felipe González y que recuperó el primer Gobierno de Zapatero por motivos estrictamente ideológicos y partidistas. Durante el Gobierno de Aznar se impulsó, aunque algo tarde, una ambiciosa reforma que se plasmó en la Ley de Calidad de la Educación, pero que jamás vio la luz debido a la victoria del PSOE en 2004. La conclusión está a la vista de todos y no ofrece dudas: España ha perdido una década no sólo para ascender en el ránking de calidad, sino que además ha bajado hasta situarse a la cola de las naciones desarrolladas.
Ahora, lo realmente importante es que en la escuela nos jugamos el futuro del país, la formación de las nuevas generaciones y la competitividad de un mercado de trabajo que no tiene otra salida que el valor añadido aportado por el conocimiento y la calidad humana. Sin embargo, la realidad que refleja el informe PISA es muy otra: una indigencia educativa que es consecuencia de la estulticia del Gobierno socialista.