A los refugios. El gobierno tiene un plan para salvarnos del aumento de los precios de los combustibles. Oh, sorpresa, el plan no consiste en bajar los impuestos. El plan consiste en subvencionar con 20 céntimos el litro de combustible. El mecanismo todavía no está demasiado claro. De esos 20 céntimos 5 los pondrán las petroleras y 15 el gobierno; o sea nosotros, que ya sabemos que Pedro Sánchez no paga nada de su bolsillo.
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La efectividad de esta medida parece a primera vista más que cuestionable, si hablamos de una especie de bono gasolinero. ¿Recuerdan cuando el Gobierno de Navarra en 2010 aprobó un Plan Renove para comprar televisores? Pues a lo mejor casi todo lo que decíamos y pasó entonces podría resultar aplicable a los combustibles.
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Para empezar, puede ser que un bono gasolinero incremente el precio de la gasolina. Si das a todo el mundo un cheque para comprar televisores, inflarás artificialmente el precio de los televisores. Si das a todo el mundo un cheque para comprar gasolina, subirá el precio de la gasolina. Lo comido por lo servido. Desde luego eso es lo que pasó en 2010 con el precio de los televisores.
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Naturalmente el plan de los televisores, como todo plan del estilo, tuvo al menos otros dos efectos perversos, aparte de inflar el precio de los televisores. En primer lugar, sirvió para desvirtuar el mercado, hinchando las ventas de televisores a costa de las de cuadros o zapatos. En segundo lugar para deteriorar las cuentas públicas, ya que como decíamos el gobierno no paga nada con su dinero, sino con el nuestro, a base de deuda e impuestos que vuelven a recaer sobre nosotros. Esto mismo sucede sin duda con una bonificación sobre la gasolina al no salir de una rebaja de impuestos. El gobierno nos mete en el bolsillo izquierdo los 15 céntimos para comprar gasolina que nos ha sacado antes del bolsillo derecho.
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¿Por qué el gobierno prefiere darnos un bono de 15 céntimos en vez de rebajarnos 15 céntimos los impuestos ergo el precio de la gasolina? La pregunta es interesante y nos remite casi a una cuestión de filosofía, la que la izquierda acaba de sacar de los programas educativos. El discurso dominante, ese que dice que en 2030 no tendremos nada y seremos felices, va por ese camino. En una sociedad libre, cuando el gobierno necesita dinero tiene que pedírselo a los ciudadanos, tiene que convencerles de para qué lo quiere, tiene que justificar cómo va a gastarlo. En una sociedad totalitaria sucede exactamente lo contrario. El gobierno se queda con todo, los ciudadanos no tienen nada, cuando los ciudadanos necesitan dinero para algo se lo tienen que pedir al gobierno, y el gobierno se lo da o no marcando tales o cuales condiciones, o tal o cual cuantía, concediéndolo para esto o aquello pero no para lo otro. Los gobiernos prefieren ser ellos los que decidan en qué se gastan los ciudadanos el dinero a que los ciudadanos decidan en qué se gasta el dinero el gobierno. Una sociedad de personas sin nada es una sociedad de personas totalmente subsidiadas y dependientes del gobierno. O sea una sociedad poco libre e independiente.
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Se nos dice que no se nos pueden bajar ni un céntimo los impuestos, así nos muramos de hambre, porque los impuestos son absolutamente esenciales para mantener subvencionados a los medios de comunicación, o para financiar las televisiones públicas, o para pagar las fianzas de los golpistas y malversadores del procés, o para pagar el empoderamiento femenino para la resiliencia socioecológica de la cadena de valor del café frente al cambio climático en Etiopía.
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Por supuesto cuando el gobierno nos subvenciona 15 céntimos seguramente es que antes no nos ha quitado 15, sino 25. O sea, en el camino de ida y vuelta a nuestro bolsillo todo ese dinero no sólo ha tapado algunos huecos del gobierno, sino que ha ido menguando en todo tipo de peajes administrativos para sufragar el coste personal y material de la burocracia funcionarial que nos quita y nos devuelve parcialmente el dinero. Si vuelven 15 seguro que fueron más de 15 los que salieron antes de nuestro bolsillo. Otra razón por la que a los gobiernos les gustan mucho más las ayudas que bajar los impuestos es que mucha gente, que no entiende que las ayudas de los gobiernos no son gratis y no vienen del bolsillo particular de los gobernantes, tiene la sensación de que el gobierno cuando le presta una ayuda es que el gobierno es maravilloso y no hay efectos adversos.
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Escuchando a la izquierda lo mismo podría pensarse que sólo en Cuba o en Venezuela hay hospitales y escuelas, o que los mejores hospitales y escuelas están en Cuba y Venezuela. Salta a la vista que llega un punto en que el estado se queda tal proporción de lo que la sociedad genera que no hace más que empobrecerla y desincentivar la productividad. Hace tiempo que los españoles perciben que los cada vez mayores impuestos que pagan no se traducen en servicios de mayor calidad. Lo que nos lleva al siguiente punto.
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Para creer que el gobierno no puede bajar ni un céntimo los impuestos habría que creer dos cosas absolutamente ridículas, desde luego absolutamente ridículas en España. La primera ridiculez sería pensar que en España el 100% del gasto público, contra lo que todos vemos todos los días, sólo se dedica a cuestiones absolutamente esenciales. La segunda ridiculez es que ya es imposible gestionar mejor el dinero público y que no hay manera de hacer con 90 lo que se hace con 100 en ningún campo de la administración del estado.
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Finalmente queda por recordar que Pedro Sánchez llegó al poder con 1,173 billones de deuda pública mientras que actualmente alcanza los 1,427 billones de euros. O sea, que el cheque de verdad que el PSOE y Podemos le están entregando a cada español es una deuda de 5.300 euros por persona. Para qué van ellos a gestionar mejor ni a anunciar ningún recorte impopular mientras los contribuyentes españoles no vayamos a una revolución electoral. Claro que si la revolución electoral tarda mucho lo mismo se produce antes un estallido social.
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