Como todos sabemos, el mandatario estadounidense, Donald Trump, es un objeto continuo y constante de linchamiento acrítico y sectáreo por parte de esas hordas progresistas a las que por fin alguien puso en jaque hace un par de años.
Aunque parezca increíble para algunos de ustedes, colaboran con esos grupitos de detractores personas que por mucho que digan defender la libertad del individuo frente al férreo intervencionismo estatal, no son nada más que seres funcionales a la izquierda.
Participan no sólo secundando las tesis en base a las cuales hablaríamos de un político autoritario, machista, nacionalista, proteccionista y xenófobo, sino gastando papel en discutir si es lo suficientemente “liberal”.
Pero aquí sabemos que por sus hechos podremos conocer a la gente, tal y como se decía en el Evangelio de Mateo. Por lo tanto, restemos validez a las etiquetas, para dar más valor a lo que piensan y practican los enjuiciados.
Para comenzar, nadie va a negar que entrar a participar en una guerra comercial de la que, en absoluto, no se es responsable, sea una apuesta arriesgada que aparte de alejarnos del deseo de paz, solo perjudica económicamente a quienes se dice beneficiar.
El fin no justifica los medios, de ninguna manera. ¡Quién va a defender lo indefendible! Por ello mismo, uno no va a avalar el uso de aquellas armas cuya existencia se considera algo preocupante, terrorífico y lamentable.
No obstante, lo que no debemos de hacer es ignorar el contexto y alejarnos de la imparcialidad que caracteriza a quienes abogamos por un periodismo políticamente incorrecto, alejado del amarillismo que desgraciadamente es la orden del día.
China dista bastante de tener una economía libre y un verdadero sistema amigable para con el libre mercado mientras que la Unión Europea no permite comerciar libremente con todo el mundo y subvenciona la agricultura con fines proteccionistas.
No es la norma siquiera que la mayoría de países hayan derogado en algún momento los aranceles y otras regulaciones y políticas de subvenciones. Pero, algunos (el establishment) han reaccionado… ¡a buenas horas mangas verdes! (pero esto es más bien ad hominem).
Ahora bien, tampoco nadie ha propuesto a nadie acordar la derogación de todos esos obstáculos al hecho de que dos individuos de distintos puntos del globo intercambien bienes y servicios.
Solo se puede hablar de una excepción: del trumpismo, tan demonizado por algunos, ha salido la idea de acordar, en Washington, con Jean Claude Juncker, que tanto la Unión Europea como los Estados Unidos eliminen aranceles y otros obstáculos.
Pero es que los de la burocracia eurócrata bruselense no están por la labor (tampoco el establishment). Ni siquiera gente como Emmanuel Macron, Guy Verhofstadt y Donald Tusk (para haberse leído a Hayek, si es que es verdad y se enteró bien) dicen algo.
Solamente, han acordado negociar reducciones y no aplicaciones de nuevos aranceles que no afectan a todo lo que se puede intercambiar (por ejemplo, los productos del sector automovilístico). En cualquier caso, Trump ha conseguido doblarles algo el brazo.
Eso sí, no debería de sorprender tanto cómo se comporta lo que es propiamente parte de un consenso socialdemócrata mientras que el estadounidense considera bajar más aún los impuestos, recortar más gasto y descentralizar drásticamente el buró federal.
Dicho esto, uno se puede reafirmar en que quizá sería más justa una liberalización comercial unilateral aplicada por el lado izquierdo del charco. Esa sería la mejor manera de reaccionar contra los enemigos del comercio.
Concluyendo, sin negar que no todos los métodos son igual de plausibles, podemos reafirmarnos en que los hechos son una base de conocimiento. Trump está haciendo más por la libertad comercial que incluso otros dizque liberales.