El mundo progre ha encontrado otra impureza a depurar en la nueva humanidad la cual son las casas de juego y apuestas. La ultraizquierda nacionalista a la cual se suma la podemita ha iniciado una fuerte campaña contra las apuestas y los juegos de azar que envenenan a la juventud vasca y la distraen de vivir centrada en la construcción nacional y la construcción del comunismo del siglo XXI. Todos los tertulianos y articulistas han sido activados en los medios de progreso. Grupos de jóvenes se dedican a cercar los lugares de juego con pintadas. Es probable que muchos de ustedes ya hayan visto algunas de ellas en paredes o pasos de cebra.
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El juego se suma así a la pornografía, la prostitución, las minifaldas de las azafatas, la droga (¿recuerdan que ETA se dedicó durante un tiempo a dar tiros en la nuca a los camellos?)… ¿qué será lo próximo, la bebida? Lo que la actual juventud vasca hubiera rechazado violentamente si viniera de los obispos, sólo por venir de los obispos, ahora lo abraza con fervor cuasi-religioso, quién lo iba a decir, por venir de sus ideológos políticos, sus nuevos clérigos sustitutivos.
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Eso sí, con alguna trampilla que por lo clamorosa e incoherente ya resulta hasta graciosa. Pero claro, seguramente es que si te haces preguntas o cuestionas algunas cosas es que tú no amas lo bastante a Euskal Herria, seguramente eres de hecho un traidor y un fascista. Porque eso de los juegos de azar y las apuestas es un instrumento del mal y el capital, valga la redundancia, para adormecer la natural combatividad de la juventud vasca y de progreso, claramente, pero hay un ámbito en el que las apuestas son sagradas y ése ámbito es el de la pelota vasca. O sea, que el juego y las apuestas son vicio sólo cuando no hablamos de deportes tradicionales vascos. Si es que con esta gente es cuando te das cuenta de que no están hablando en broma cuando te tienes que reír.
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La orden de la ETB de eliminar toda publicidad relacionada con el juego inlcuye dos jugosas excepciones a la norma. Aparte de establecer que se negociará al margen de la prohibición general la publicidad de apuestas en los partidos de pelota, la ETB tampoco incluye los sorteos de la ONCE y las loterías y apuestas del estado.
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Y es que el gobierno y el estatalismo rápidamente se dieron cuenta de que esto del juego, que era un vicio tan horrible como el del tabaco, en realidad podía ser un vicio tan rentable para el gobierno y el estado como el tabaco. De este modo lo que los gobiernos empezaron a prohibir no fueron las loterías, sino toda lotería no organizada por el gobierno. El problema no era que hubiera personas que jugaran o incluso ludópatas, sino que el dinero pudiera ir a otra parte que no fueran las arcas del estado. Tan recientemente como en 2014, antes de que la ETB, el nacionalismo y el estalinismo del siglo XXI se concienciaran tanto de los perjuicios del juego, nada menos que Geroa Bai propuso crear una Loteria de San Fermín, que fuera una especie de versión veraniega de la lotería de Navidad a escala foral. ¿Se apostarían algo por cierto a que Bildu no votó en contra? A Jarrai, Haika y Segi tampoco les parecían mal las rifas y sorteos en apoyo de los presos, no hace tanto tiempo tampoco de eso.
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El impuesto de los tontos
Al margen de las cuestiones éticas y morales, el asunto del juego presenta un aspecto bien poco apetecible si lo examinamos desde el punto de vista de la lógica económica. Lo que en definitiva hace el gobierno con el juego es cambiar el nombre a un impuesto, llamarlo lotería de Navidad o Primitiva y conseguir no sólo que paguemos voluntariamente el impuesto, sino ilusionados y entusiasmados, de ahí que muchos economistas llamen a las loterías el impuesto de los tontos.
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Según los cálculos publicados hace unos años del profesor de matemática aplicada de la Universidad CEU San Pablo, Miguel Córdoba Bueno, las posibilidades de que en la Lotería de Navidad no nos toque nada son del 86%. En este caso perdemos el 100% de lo invertido. La posibilidad de que nos toque “el gordo” es 1 entre 100.000. Otro dato relevante es que la probabilidad de conseguir algo más que el reintegro sólo es del 5,3%. Naturalmente esta es la perspectiva del comprador del boleto. Para la administración, el punto de vista resulta exactamente el contrario. Con una inversión mínima el gobierno consigue quedarse (en Navidad, en el resto de sorteos con mucho más) con 35 de cada 100 euros. Hagan juego señores, hagan juego, pero sólo donde pueda meter la cuchara el gobierno.
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