Sólo una parte de los pasos a lo largo del llamado “proceso de paz” se dieron de cara a la opinión pública. Entre ellos, la resolución del Congreso votada por todos los partidos menos el PP, avalando la apertura oficial condicionada del proceso: “si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción”.
La decisión de ETA de abandonar las armas, por tanto, era en teoría un requisito indispensable previo a la apertura del proceso. Una decisión que no sólo tendría que venir avalada por las palabras sino, como señalaba la resolución, también por los hechos.
Un proceso de “verificación” de la buena voluntad de ETA… a prueba de bombas.
Desde el primer momento resultó evidente que la ETA no tenía ninguna intención de abandonar la violencia, algo que la banda terrorista mostró sin ningún pudor tanto con palabras como con hechos. Así, en una entrevista concedida por la banda a Gara en mayo de 2006, los terroristas aseguraban que “se equivocarán quienes se limiten a intentar desactivar la lucha armada de ETA”. Preguntados sobre la autodeterminación y la territorialidad, o lo que es lo mismo, sobre el pago de un precio político a cambio de abandonar la violencia, los terroristas aseguraban que “sin desatar esos nudos no es posible superar el conflicto”.
En cuanto a los hechos, estos bien pronto confirmaron la voluntad de ETA de continuar con la violencia. Seguían llegando cartas de extorsión, se robaban cientos de pistolas y ardía la ferretería del actual alcalde de Barañáin, José Antonio Mendive. Los informes negacionistas del gobierno, sin embargo, sistemáticamente y contra toda evidencia acreditaban la supuesta voluntad de ETA de poner fin a la violencia.
En diciembre del 2006, un atentado con coche-bomba en la T-4 de Barajas costaba la vida a dos personas. El gobierno aseguró entonces que había puesto punto final al proceso. Meses más tarde, el propio José Luis Rodríguez Zapatero reconocía en una entrevista que el proceso había continuado. A estas alturas, todos los ciudadanos libres de España sabían que la resolución aprobada por el Congreso y su proceso eran una patraña. Dos semanas antes de la manifestación, Arnaldo Otegui enfervorecía a sus seguidores durante un mitin en el Anaitasuna asegurando que “sin Navarra no queremos nada, nada, nada”. Estos fueron los antecedentes de la manifestación convocada en Pamplona por el Gobierno de Navarra.
Navarra, una ficha en la mesa de partidos para llegar a un acuerdo en la mesa paralela con la ETA.
Nadie negó que las razones esgrimidas por el Gobierno de Navarra no fueran suficientes para convocar la manifestación. Lo que se negó es que fueran ciertas. Así, el mismo día de la manifestación, el título del editorial de Diario de Noticias rezaba: “Que digan la verdad”. Y posteriormente aseguraba: “Miente Miguel Sanz , miente UPN, como mintió Acebes . Los convocantes a la manifestación de hoy saben, seguro que mucho mejor que los que vayan a asistir a ella, que Navarra no está en juego.
La respuesta más adecuada, seguramente nos la dio cuatro meses más tarde otro editorial del Diario de Noticias, esta vez titulado “Lo que pudo haber sido y no fue”. Dicho editorial se publicaba “con base en la documentación a la que han tenido acceso” los diarios del Grupo Noticias. Así, citando un documento llamado “Bases para el diálogo y acuerdo político” firmado por todos los participantes en el proceso, en lo tocante a Navarra “se adquiría un compromiso para promover la creación de un órgano institucional común para la CAV y Navarra con atribuciones ejecutivas y legislativas”. Por alguna extraña razón, tas tener acceso a esa documentación y publicar dos editoriales tan antagónicos, los diarios del Grupo Noticias nunca publicaron una rectificación reconociendo que, después de todo, la manifestación estaba justificada.

La ruptura definitiva del proceso-trampa no fue óbice para que el lehendakari Ibarretxe, en mayo del 2008, se presentara en la Moncloa con el acuerdo firmado por los socialistas en Loyola sin cambiar ni una coma. Se trataba, en definitiva, de una variante del Plan Ibarretxe, el cual alegaba con cierta lógica que “me parece imposible que lo que ayer el PSOE decía posible, constitucional, legal, hoy que lo presenta el lehendakari sea ilegal, una aventura, una ocurrencia, inconstitucional”.
En lo que nos afecta, ese texto firmado por los participantes en el proceso-trampa, tomado por Ibarretxe sin cambiar una coma y llevado a la Moncloa, continúa colgado en la web del gobierno vasco. Respecto a Navarra, en él podemos leer que “Partiendo de la actual realidad jurídico-política plasmada en la existencia de dos ámbitos institucionales diferenciados, Comunidad Autónoma Vasca y la Comunidad Foral Navarra nos comprometemos a promover la creación de un Organo Institucional Común para los cuatro territorios comprendidos en dichos ámbitos.”
El veredicto de Urkullu.
Alguien tan poco sospechoso de connivencia con los convocantes de la manifestación en Pamplona como Iñigo Urkullu, en una intervención en el Fórum Europa el 15 de febrero del año pasado, se refirió retrospectivamente al “proceso de paz” asegurando que el PSOE "a la desesperada, en los primeros meses de gestión del alto el fuego y en los últimos meses de su idilio con Batasuna cruzó una barrera que no debía haber cruzado y quiso negociar con ETA directamente cuestiones políticas”. Urkullu, a pesar de esto, no estuvo en la manifestación. Ni estuvo su partido. Ni la coalición nacionalista supuestamente defensora de Navarra de la que su partido forma parte.
La verdad.
Todos estos hechos respaldan las razones por las que el Gobierno de Navarra convocó la manifestación y por las que 100.000 navarros la secundaron. Como decíamos al principio, nunca se discutió que los motivos alegados no fueran suficientes para convocar la manifestación, sino que fueran ciertos. Dos años después, tenemos muchos elementos de juicio para juzgar tanto la auténtica voluntad de ETA respecto al abandono de las armas como la presencia de Navarra sobre la mesa durante las negociaciones del proceso. O sobre quién mintió y quién dijo la verdad. O más piadosamente si ustedes quieren, sobre quién acertó y quién se equivocó respecto al diagnóstico de aquel proceso. Juzguen ustedes mismos, y ponga la historia a cada cual en su sitio.