Los 4 jinetes del Apocalipsis: pandemia, confinamiento, desabastecimiento e inflación

Cada día como un siniestro goteo se repite la noticia de que tal o cual sector afronta un parón por falta de materiales para desarrollar con normalidad su labora de producción. Son numerosos los productos que en cualquier ámbito se están entregando con apreciables retrasos sobre los pedidos. Hace meses que es casi imposible comprarse una Play Station y continuamente escuchamos noticias sobre parones o amenazas de paradas en el sector del automóvil por la escasez de microchips. Pues bien, a todo esto tampoco resulta ajeno el sector de la construcción, que se enfrenta a la escasez de materiales y como consecuencia lógica a una subida importante de los precios.

Seguramente el sector más afectado por la escasez ahora mismo es el de los microchips, y las consolas de videojuegos o los automóviles serían el máximo exponente de esa falta de disponibilidad. Los confinamientos generales a causa de la pandemia dejaron en el mundo a cientos de millones de personas encerradas en sus casas de manera simultánea. Confinada una gran parte de la población mundial en sus domicilios, o con todos los centros de ocio cerrados o sometidos a severas restricciones, la demanda de consolas de videojuegos como forma de ocupar el tiempo se disparó de una forma tan significativa como imprevista. La industria no estaba preparada para ese pico de demanda y se produjo el desabastecimiento, pero esto es sólo una parte de la historia.

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En el momento en que a causa de la pandemia y los confinamientos se cerraron las fronteras y se puso el mundo en “pause”, se produjo un cuello de botella en la producción y la distribución de todo tipo de artículos cuyas consecuencias todavía no se han resuelto. Al contrario, de algún modo la vuelta a la actividad y la recuperación la han intensificado, en unos sectores obviamente más que en otros.

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En el momento en que se produjo un parón general en la producción de las fábricas, los pedidos pendientes comenzaron a acumularse. La producción se reinició con todo ese montón de pedidos retrasados y acumulados. Es por ello que las fábricas comenzaron a no ser capaces de satisfacer la demanda ni en cantidad ni con puntualidad. Normalmente el mercado ajusta progresivamente la oferta y la demanda de una forma natural, sin que se produzcan saltos o cortes, pero con ocasión de algo tan extraordinario como una pandemia a lo que asistimos fue a un corte de producción súbito y global en muchos artículos. Para atender la demanda puntualmente tras el parón una empresa habría tenido que abrir otra fábrica, por ejemplo, pero tal cosa no la puede hacer de un día para otro. Algo parecido sucedió con la producción de muchas materias primas, que también experimentaron un parón en su producción. Al retomar la actividad tampoco están pudiendo satisfacer la demanda sin aumentar la producción, ni tampoco aumentar la producción de un día o de un mes para otro. Es más, se encuentran con que para aumentar la producción necesitarían medios o maquinaria de los que a su vez y por el mismo motivo también hay escasez.

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Otrotanto se puede predicar respecto a la distribución y el cierre de fronteras. Con el cierre los almacenes de los puertos se llenaron de mercancias que no se podían distribuir. Al reabrirse las fronteras y los mercados, los barcos, trenes y camiones disponibles no daban abasto para volver a distribuir las mercancías con normalidad y además dar salida sin retrasos a todo lo acumulado. Obviamente hay los barcos que hay, por ejemplo, y no se puede multiplicar el número de barcos de un día para otro, se tarda un tiempo en su construcción, por otro lado sobrarían barcos cuando se retomara por completo la normalidad.

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Todo lo anterior acarrea como consecuencia que si alguien quiere algo y lo quiere ahora lo tiene que pagar más caro. La escasez de algo encarece su precio. Si hay más demanda que oferta los precios suben. Por eso, aunque sólo hablamos de la electricidad, la inflación es un fenómeno que se está manifestando con intensidad y con carácter casi general. A su vez, el encarecimiento de la energía repercute en un encarecimiento de la producción y distribución general de todos los productos.

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Adicionalmente, habría que señalar que este parón y este cierre de fronteras ha colocado a Occidente, o a cada nación particular, frente al espejo de su debilidad y su dependencia. China ha crecido a costa de la externalización de la producción en Occidente. Como China producía más barato, las empresas han trasladado sus fábricas a China. Esto ha permitido abaratar los precios, contener la inflación, impulsar el comercio global y hacer crecer a China como potencia mundial durante décadas. La contrapartida es que ahora buena parte de todas las cosas que necesitamos y usamos tienen que venir de China. Si China se detiene, por una pandemia o un conflicto, empezamos a tener desabastecimiento. Por otro lado, si por todo lo señalado hay una cierta escasez en la disponibilidad de muchos productos, China primero satisface sus propias necesidades y sólo después empieza a atender la demanda extranjera… subiendo además los precios.

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Y menos mal que el pollo, el pescado, la leche y las verduras no venían de China

Como poco es una buena ocasión para reflexionar sobre la situación de dependencia a la que hemos llegado, nuestras fortalezas, nuestras vulnerabilidades, y si estamos conformes con las unas y con las otras, o si pensamos que deberíamos hacer algún cambio. Previsiblemente toda la situación se irá normalizando poco a poco y la oferta y la demanda se irán reajustando, así como los precios, aunque el desajuste temporal puede poner a prueba la resistencia de algunas de las debilitadas cuadernas del sistema. No obstante, incluso poniéndonos en lo mejor pero sabiendo ahora algunos de los contras que tenía nuestra posición, ¿queremos salir de esta crisis volviendo exactamente a la situación anterior?

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