¿Por qué prohibir los despidos no acabaría con la pobreza o el paro? ¿Por qué los precios o los salarios no los puede marcar el gobierno por decreto? ¿Por qué es mejor el libre mercado y la competencia que la nacionalización de los recursos? ¿Por qué el gobierno no puede garantizar las pensiones o repartir una riqueza que previamente no se ha creado?
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Constestar a todas estas cuestiones a veces es complicado. Entender la explicación requiere su tiempo. Y además refutar todo eso le coloca a uno en el lado malvado de la humanidad: el lado de los que cuestionan lo que parece obvio y suena a paraíso, Y además al dudar, por si cabía alguna duda de su maldad, se ponen del mismo lado que los banqueros y empresarios.
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No obstante, sin entender nada de por qué las recetas comunistas no funcionan, el hecho es que basta con observar que efectivamente no lo hacen. Puede que una persona común tenga problemas para explicar en términos físicos por qué una piedra no puede volar, pero ve que las piedras no flotan por sí mismas en el aire. En un momento dado se nos dijo que Venezuela era una especie de laboratorio en el que se estaba llevando a cabo el experimento más importante de la historia reciente del mundo. El experimento iba a demostrar más allá de toda duda razonable, tras la aplicación de las recetas más puras y ortodoxas, que el comunismo funcionaba. Es más, como eso nos lo decían en plena cirisi, se iba a demostrar que el comunismo funcionaba mientras el capitalismo colapsaba.
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Mucha gente, particularmente los nacidos posteriormente a la caída del Muro de Berlín, creyeron estas palabras. No tenían anticuerpos contra el discurso comunista. No obstante, incluso sin entender el porqué, aunque obviamente hay un porqué, es evidente que efectivamente se ha producido un experimento muy importante en Venezuela y que este país se ha convertido en una gran laboratorio planetario. El problema una vez más, como siempre que se ha intentado poner en marcha un régimen comunista en cualquier parte del mundo, es que el resultado ha vuelto a ser una vez más hambre y miseria. Ahora, sin embargo, nos dicen que no hay que hablar de Venezuela. Que miremos a otro lado. Que sólo había que mirar el resultado del experimento si salía bien. Que lo que ahora toca es aplicar en España esas recetas fracasadas en Venezuela y votar a Pedro Iglesias.
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Dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena, pero que tampoco sea por no avisarlo.
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En esto se ha convertido la renta básica:
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Así fracasa el combate contra el hambre pese a las subidas del salario mínimo o de las pensiones por decreto.
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Venezuela se queda sin luz a los pocos años de haber nacionalizado las empresas eléctricas.
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Lo que ha seguido a la fijación artificial de unos precios máximos para los productos básicos ha sido el desabastecimiento.
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No hay ocurrencia loca del populismo europeo que Venezuela no haya aplicado y fracasado con rotundidad
¿Cuál ha sido el resultado de todas estas medidas que muchos aplaudirían que se aplicaran en España? Pues el de siempre cada vez que se intenta poner en marcha un régimen comunista. Que además de hambre y miseria, tampoco tienen libertad. Alguien puede preguntarse por qué será que el comunismo no funciona, pero desde luego no puede dejar de reconocer que no funciona, a la vista de los hechos está muy claro. Que por cierto, como importante moraleja final y conclusión del exprimento llevado a cabo en el laboratorio político venezolano: una vez que los comunistas llegan al poder, ya se ve que después no es tan fácil echarlos.
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