Un año más la gala de los Goya se convirtió en una parodia involuntaria de los Oscar, en la que la extrema izquierda demostró una vez esa esquizofrenia que tan bien encarnan los Bardem, la cual consiste en sustentar por un lado un discurso bolchevique y por otro aspirar a vivir en una mansión en Los Angeles. O en un chalet en Galapagar, hasta donde llegue cada uno. La Gala de los Goya consiste en un ejercicio freudiano en el que nuestros actores y actrices muestran hasta qué punto envidian ese cine estadounidense al que dicen odiar. Hasta que el cine estadounidense les llama, por supuesto. Como en general a la mayoría no les llama, realizan este esperpento que consiste en imitar chusquera y groseramente las galas de los Oscar a las que no les invitan, y que ya de por sí suelen ser bastante groseras como para que pueda merecer la pena un remedo empeorado de ellas.
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¿De qué no se habló el sábado en la Gala de los Goya? Pues ya puestos a hablar de política de Venezuela.
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¿A quién no se vetó ayer en la Gala de los Goya? A los defensores de Maduro, Castro y las dictaduras comunistas. A los que azotarían a las mujeres hasta que sangraran. A los que la número dos del partido es la pareja del número uno. O a los que pueden entrar en las herriko tabernas como colegas. Pero la «cultura» española está con la mujer y la libertad, por supuesto.
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Otra cosa de la que tampoco se habló es del IVA de la cultura. Y es que eso de subir los impuestos es muy socialista e igualitario y por tanto deseable cuando se trata de los impuestos del vecino, porque cuando se los suben a ellos es un atentado contra la creación, el arte y la cultura. El problema es que cuando se ha bajado el IVA de la cultura héte aquí que los cines han mantenido los precios. Pero de esto ya no dicen nada en las galas de los Goya.
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Como se trata de un negocio fundamentalmente subvencionado, otro de los mensajes de la Gala de los Goya fue que lo suyo es seguir haciendo películas de la Guerra Civil y no de Blas de Lezo. El cine español no es un reflejo de lo que demanda España porque el cine español no depende de que a los españoles las películas les gusten en la taquilla, sino de las subvenciones. Es decir, se puede estar toda la vida haciendo películas que sólo le gusten al gobierno, o a media España, o la mitad de la mitad de España, pero que por supuesto las pague vía impuestos toda España. Con el IVA que se les pone a los demás, por ejemplo. ¿Cómo pedirle al mundo del cine no ya una película sobre Blas de Lezo en que no aparezca cantando el Carlasol, sino simplemente una película con un mensaje no estatalista, en un mundo que depende del estatalismo? ¿Y qué clase de arte crece normalmente a la sombra del estado? ¿La cultura de la subvención es cultura en sentido estricto?
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Hubo sin embargo un momento significativo en la Gala que se le fue de control al cine español. Y es que la mejor película resultó ser “Campeones”. ¿Qué pensar del discurso del actor revelación de esta película que tanto emocionó a todos los presentes en la gala? Premiamos películas para visibilizar, normalizar e incluir a los discapacitados, pero apenas nacen discapacitados. Pero nos emociona el discurso. ¿Es que no atamos los cabos?
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El toque foral axilar
Como el progresismo foral también tiene mucho que aportar, nuestra Amaia salió al escenario con los sobacos sin depilar. Y una tertuliana de Gran Hermano la aplaudió por liberarse de la «tiránica cuchilla heteropatriarcal«, aunque está operada de la nariz y las tetas, pero depillarse antes la mueelte. Con el tiempo que le debe llevar su vida poliamorosa, leer España de mierda y aprender euskera, normal que no le quede tiempo a Amaia para depilarse las axilas. La provocación de Amaia tampoco es una novedad sino que forma parte del discurso explícito de la ultraizquierda (véase el cultivado feísmo de los aberchales) de igualar la belleza femenina (que es una cosa heteronormativa y del patriarcado) y acabar así con el sufrimiento de las feas. Pero por supuesto igualando por abajo, como todo lo que toca la ultraizquierda.
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