Las previsiones de ingresos del Gobierno de Navarra han saltado definitivamente por los aires, no ya para este año, sino también para el siguiente. A los 819 millones de caída previstos por el Departamento de Economía y Hacienda para este año se suma ahora una nueva previsión de caída también para el año que viene, cifrada en otros 218 millones.
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El gobierno foral ha hecho llegar a los grupos parlamentarios un nuevo cuadro de previsiones macroeconómicas en el que, frente a los 4.119 millones de ingresos previstos para 2021, ahora ya sólo figuran 3.901. No sólo eso, para 2022 se prevé una merma sobre lo previsto de 208 millones y para 2023 de 202. Es decir, el Gobierno de Navarra informó ayer de que cada uno de los próximos 3 años se van a ingresar 200 millones menos de los previstos, con lo que a lo largo de la legislatura y sumados a los 819 ya anunciados suman una caída recaudatoria de 1.447 millones de euros.
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En definitiva, el cuadro presupuestario del gobierno foral tiene ahora un agujero en sus previsiones de ingresos de 1.447 millones de euros. O dicho de otro modo, las cuentas forales han estallado como una supernova. Lo increíble es que el gobierno anuncie una pérdida de ingresos de 1.447 millones y no anuncie en cambio ningún recorte de gastos, ¿cómo se come eso?
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Obviamente el Gobierno de Navarra, como el de España, confía en que Europa vaya a compensar totalmente la caída de ingresos con inyecciones de dinero a fondo perdido. O sea, el diagnóstico es que si recaudamos 1.447 millones de menos la UE nos regalará, y hay que subrayar el verbo regalará, 1.447 millones y ni un euro menos. Lo cierto es que esto resulta un tanto voluntarista porque ya puestos a pensar que la UE nos va a regalar dinero y que ese dinero bajo ningún concepto será menos de lo que teníamos pensado gastar, ¿por qué no pensar que nos regalará 1.447 millones y no otros 3.000 millones más por lo que pudiéramos necesitar?
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Alguien menos confiado, o acaso más prudente, se preguntaría en cambio si la UE nos facilitará 1.447 millones o si quizá serían menos. Y también se preguntaría si, quizá, el gobierno holandés o el sueco estarán dispuestos a que los holandeses o los suecos vivan un poco peor para echarnos una mano, pero no a costa de que Chivite mantenga 13 consejerías en vez de 9, por ejemplo, y eso sólo para empezar. ¿Qué clase de gestor se encuentra con una caída de ingresos de 1.447 millones y no recorta el gasto ni un euro? La respuesta es muy sencilla: la clase de gestor que lleva una empresa a la quiebra.
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Es posible que nos estemos encontrando con algo así como un síndrome del 8M pero a nivel económico. O sea, aunque el gobierno veía que el resto de países ya estaban tomando medidas muy drásticas, tía, para frenar el contagio del coronavirus, aquí no se hizo nada porque hubiera sido un ataque a la mujer y al feminismo. Lo dijo el domingo Pedro Sánchez: quienes le reprochan no haber suspendido el 8M son enemigos de la igualdad y la mujer. Es decir, que Pedro Sánchez no suspendíó el 8M porque no podía distinguir entre retrasar o suspender el 8M por la emergencia sanitaria y cometer un atentado contra la igualdad de la mujer. El velo ideológico le impidió reaccionar y eso nos cuesta ahora decenas de miles de muertos. El mismo síndrome, por no decir la misma estolidez, les puede estar llevando ahora a los dirigentes socialistas a no tomar medidas de contención del gasto ante el tsunami presupuestario que se avecina. E igual que no tomar medidas a tiempo en lo sanitario costó un sufrimiento indescriptible en la salud, no tomar medidas de contención del gasto a tiempo seguramente nos costará un sufrimiento indescriptible en la economía. ¿Y por qué nuestros gobernantes no pueden hablar de recortes? Porque todo su discurso electoral se basa en que la izquierda no hace recortes y que el gasto público no puede bajar jamás. Si hasta eso es mentira, al votante de izquierdas no le quedaría ya nada en lo que creer.
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Sin embargo, casi podría decirse que la postura del Gobierno de Navarra era más lógica hace unas semanas que ahora, o por lo menos más coherente. No contemplaba ningún recorte del gasto, pero tampoco contemplaba ninguna caída de los ingresos. Podían estar totalmente equivocados, pero al menos había una coherencia y una lógica interna. Ahora que reconocen un agujero de 1.400 millones puede que acierten, pero es mucho más incomprensible que mantengan la misma política que cuando estaban totalmente equivocados y no contemplaban ninguna caída de ingresos. Es como ver por fin el iceberg, pero mantener no obstante el mismo rumbo hacia él que cuando no lo veían. La película sólo puede acabar con el corazón de Kate Winslet totalmente destrozado.
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