A lo largo de todos estos días, conforme se acercaba la fiesta de la Hispanidad y el aniversario del Descubrimiento, se han ido sucediendo los insultos contra España por parte de la casi totalidad de los líderes ultraizquierdistas de Hispanoamérica. Sus declaraciones, como no podía esperarse otra cosa, han ido acompañadas de los consiguientes ataques a estatuas y monumentos. También es verdad que a todos estos líderes de la ruina no les suele quedar mucho más de lo que tirar a estas alturas que de la leyenda negra y el antiespañolismo. ¿Pero qué debería ser lo que hiciéramos nosotros?
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Una alternativa a agachar la cabeza y limitarnos a encajar los golpes podría ser la de dar un giro total a nuestra política exterior, un giro que, hablando en plata, consistiera básicamente en algo parecido a reconstruir el Imperio, obviamente de una forma libre y pacífica, y no exactamente el Imperio. Contra lo que pudiera pensarse a lo mejor resulta que podría ser un gran momento para hacerlo.
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Desde luego no cuesta nada imaginar lo que estaría haciendo Putin en nuestro lugar en estos momentos. Rusia mueve sus peones con maestría para desestabilizar a los gobiernos hostiles, favorecer y mantener gobiernos afines y recuperar todo el área de influencia soviética, hay que decir que con cierto éxito. Desde luego nadie le toma el pelo a Putin y nadie se burla de Rusia en el mundo.
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El hecho es que España podría hacer fácilmente lo mismo, bien es cierto que prescindiendo de las tartas de polonio. En vez de limitarnos a encajar constantemente los golpes y ser meros testigos de la evolución de los países de la Iberosfera podríamos pasar a practicar una política activa contra los gobiernos que nos agreden. No hay gobierno de los que nos está agrediendo que no cuente con elevados niveles de descontento y contestación interna. La pregunta de nuestro aparato diplomático quizá debería ser, ¿cómo podemos aprovecharnos de ello? ¿Cómo podemos ayudar a los enemigos de nuestros enemigos? ¿Qué necesitan? ¿Propaganda? ¿Medios de comunicación que les apoyen? ¿Apoyo institucional y político? ¿Dinero?
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No se trata obviamente de reconstruir tal cual lo que era el Imperio hace 500 años, pero sí de defender claramente nuestros intereses. Lo bueno es que nuestros intereses coinciden con los de muchos de los habitantes de la Iberosfera, puede que con los de la mayoría. Una unión con América tendría al menos tanto sentido, quizá más, que nuestra adhesión a la UE, sin renunciar a ninguna de las dos y por ello siendo más fuertes en las dos. Una adhesión libre e independiente de este tipo a un organismo supranacional, de países con una lengua y una cultura común, con muchos intereses comunes, podría configurar una potencia económica, cultural y militar de 600 millones de personas, algo que podría beneficiarnos mucho a todos los que participáramos de esa unión. Por lo menos a lo mejor es algo que merecería la pena pensarse a los dos lados del Atlántico, en absoluto como una imposición sino como una especie de fusión o alianza empresarial.
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Por otro lado, la mayoría de países de Hispanoamérica se enfrentan ahora a un presente desolador, sumidos en la ruina y sometidos a gobiernos esperpénticos, guiados por un ideario totalmente desfasado y fallido. Que todos los gobiernos que nos atacan estén intentando aplicar la ortodoxia comunista en pleno siglo XXI en realidad es un ventaja. Sus políticas sólo pueden dar como resultado la tiranía y la ruina, podría ser por tanto el momento de ofrecer una alternativa de libertad y prosperidad en torno a un proyecto común voluntario que pudiera hacer más libres, más prosperos y más fuertes a todos los participantes. ¿Por qué no empezar con mesas de diálogo bilaterales y/o multilaterales, con todas las formaciones que en Venezuela se oponen a Maduro, en México a Obrador, o a Castillo en Perú? Muchas personas en toda Hispanoamérica podrían contemplar con esperanza un proyecto semejante, más aún si la alternativa es lo que tienen ahora mismo en cada uno de sus países. ¿Nos ha ido al final mucho mejor a todos los países de la Iberosfera separados y enfrentados que juntos? No se puede volver al pasado ni tendría sentido hacerlo, ¿pero por qué no un futuro más unidos y con más colaboración?
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No sólo es que una unión hispanoamericana de naciones libres e independientes, pero aliadas y dotadas de ciertos organismos e instrumentos comunes en los que todas estuvieran representadas, podría ser una alternativa interesante para muchas de estas naciones, sino también para nosotros mismos. Frente al separatismo vasco o catalán nos limitamos a adoptar una actitud de resistencia, tratando de impedir una fragmentación y una mutilación de la nación. ¿Por qué no pensar a lo grande? ¿Por qué no pensar en una España mucho más potente? Si los venezolanos, los peruanos, los mexicanos, los puertorriqueños o los chilenos llegan a la convicción de que también Venezuela, Perú, México, Puerto Rico o Chile serían más potentes formando una gran alianza política, social, cultural, económica y militar, ¿por qué lo iban a rechazar si todos los pasos se iban dando desde la convicción, los buenos resultados y la libertad?
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Los problemas de verdad acaso sean dos. Primero que nuestro propio gobierno también es bastante desolador y esperpéntico con sus políticas acomplejadas, desfasadas y nostálgicas del comunismo. Este gobierno sólo puede liderar un proyecto que conduzca a todo el mundo a la ruina. Segundo que tal y como están muchos países de Iberoamérica en este momento más vale quizá salir corriendo que aproximarse a ellos. Obviamente nada de esto tiene sentido si en primer lugar nosotros no arreglamos lo nuestro, pero a partir de ahí podríamos ayudar a los demás hermanos de América a ir arreglando lo suyo, y un proyecto común de este tipo a lo mejor hasta podría formar parte del arreglo. Y desde luego pondría nerviosos a muchos enemigos de España y de la libertad dentro y fuera de nuestras fronteras.
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Un comentario
A largo plazo debería ser el gran objetivo de la política exterior.
A medio plazo el objetivo debería ser financiar al Frente Polisario y al movimiento independentista del Rif.
Pero nuestros dirigentes no miran más allá del corto plazo.