Algunas ideas locas sobre la mejora de la democracia

Es probable que respecto a nuestro sistema político exista una sensación de descontento generalizado. El problema es que nuestro sistema, siendo muy mejorable, también resulta muy empeorable. Proliferan, por ejemplo, los políticos que denuncian escasas libertades en España proponiendo como alternativa la Cuba de los Castro, la Euskadi de Otegui o la Venezuela de Chaves y Maduro. Interesa por tanto que la gente tenga claro hacia dónde focaliza su descontento y cuáles son los modelos alternativos deseables puesto que los hay bastantes peores que el nuestro.

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Entre las medidas que se proponen para mejorar nuestra calidad democrática, por ejemplo, una de las más discutibles es la de rebajar la mayoría de edad y por tanto la del derecho al voto. ¿Por qué no, por el contrario, elevar la mayoría de edad y de derecho al voto? ¿No ayudaría esto a desinfantilizar la política? ¿No ayudaría también a despolitizar la educación? Por el contrario, ¿no resulta arriesgado empoderar a una clase adolescente que sin aportar nada al presupuesto imponga la forma de repartirlo?

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En realidad, hasta la efebocracia moderna la experiencia era un rango. ¿Por qué a los gobiernos actuales les gusta tanto la juventud? La respuesta más obvia es porque les resulta más fácil de seducir y manipular. ¿En qué clase de empresa humana, aventura o negocio se da más peso a la gente sin experiencia que a la gente con experiencia? ¿Quién está más vacunado contra la demagogia? ¿A quién es más fácil venderle una moto?

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A fin de cuentas el establecimiento de la mayoría de edad a los 18 responde a la lógica de estimar que hasta esa edad las personas no tienen la madurez suficiente no ya para votar, sino para hipotecar su casa, entrar a un bingo, comprar tabaco o tener una pistola. La actual mayoría de edad a los 18 años fue de 21 en otros momentos y otros lugares. Tan lógico resulta fijar en 18 años la mayoría de edad si se estima que ya garantiza una madurez suficiente, como postergarla a los 21 si se estima insuficiente.

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Si les parece osada esa idea, ¿qué pensar de la de limitar la capacidad de voto para las personas que reciben subvenciones del gobierno? O sea, poco vale en un tribunal el testimonio de una persona pagada por una de las partes, ¿no sucede algo similar con la gente que cobra dinero del gobierno y mucho más si se trata de pagos que dependen de determinadas políticas que podrían cambiar si cambiara el gobierno? El artículo 29 de la Constitución danesa establece que: «Será determinado por ley en qué medida la condena y la asistencia pública considerada ayuda para los pobres implica la pérdida de los derechos de voto«. Actualmente este artículo parece que no tiene aplicación práctica, pero hasta 1933 la asistencia social que se daba como «ayuda para los pobres» implicaba la prohibición de votar. Obviamente esta cláusula de la constitución danesa, aunque por un lado puede parecer injusta y excesiva, por otro lado tiene una lógica que es la de evitar la compra de votos para un gobierno particular con el dinero público y la creación de viveros de voto cautivo con el dinero de todos.

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Otra idea osada sería la de cuestionar el principio de “un hombre, un voto”. ¿Y por qué no un hombre tres votos? Supongamos que se tuviera derecho a tres votos y que se perdiera uno al recibir una subvención. No sería tan drástico como la tradición danesa pero introduciría un freno al voto subsidiado. ¿O por qué no tener derecho a un voto a los 18 años, a dos votos a los 30 y a tres a los 50? ¿Por qué no conceder a los ciudadanos un voto extra al llegar a cierto número de años cotizados? Y si esto les parece muy peligroso, ¿por qué no tener todos derecho a 3 votos pero poder dar dos votos a un partido y uno a otro? ¿Por qué un hombre un voto? Quizá en los casos anteriores sería discutiblemente desigual que alguien tuviera un voto y otro tres, ¿pero por qué no poder tener todos 3 votos y poder repartirlos? ¿Dónde estaría ahí la desigualdad?

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Frente a las ideas locas, en todo caso, lo que tenemos ahora en nuestro sistema es un inmovilismo total. Peor aún, cambios que cuando suceden, como está sucediendo con la Justicia, consisten en dotar de más poder al gobierno. El problema evidente de la partitocracia es cómo introducir algún cambio o alguna originalidad, siquiera unas modestas listas abiertas y desbloqueadas, sin tener que contar con la partitocracia para aceptar esos cambios que les restarían poder.

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3 respuestas

  1. Sí señor, interesantes ideas para mejorar la democracia. En alguna otra ocasión yo también aporté la idea de contabilizar los votos en blanco, como los de cualquier otro partido, y concederles los escaños correspondientes a esos votos; dichos escaños, lógicamente, quedarían vacíos y de entrada nos ahorraríamos una pasta.
    Pero, como bien se ha indicado, «el problema evidente de la partitocracia es cómo introducir algún cambio o alguna originalidad, siquiera unas modestas listas abiertas y desbloqueadas, sin tener que contar con la partitocracia para aceptar esos cambios que les restarían poder». Traducción: «una vez que los tigres han enganchado el solomillo, a ver quien tiene coj… pa´quitárselo».

  2. Aunque… (y lo digo con tristeza y preocupación) plantear estas hipotéticas cuestiones en estos momentos, en los que estamos viendo o, al menos, intuyendo las intenciones liberticidas del gobierno socio-comunista, es como pensar en comernos una buena mariscada cuando solo tenemos un bocata de chistorra y existe el peligro de que nos lo roben.

  3. Puestos a ello, a lo mejor hay que empezar por algo más básico y razonable, como son las personas con cierto grado de demencia votando con ayuda de las «monjitas».

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