Sexo a tope (según la Ninistra)

La Ministra de Igualdad nos abroncó el otro día con la inquietante idea de que “los niños pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”. La Sra. Montero que, como suele ser habitual en ella, se encontraba al borde de un ataque de nervios, insistió en que “todos los niños y las niñas -sin olvidar a “les niñes”- de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, y a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren”.

Estas declaraciones han causado la lógica alarma en muchas personas, pero no en la clase política la cual, salvo VOX, no ha dicho esta boca es mía con respecto a tan preocupantes palabras. Hay un gran miedo a pasar por mojigato en el tema sexual, incluso en personas presuntamente formadas y sensatas. La titular de Igualdad -gran experta, al parecer, en la materia- matizó al día siguiente lo que quiso decir culpando, cómo no, a la extrema derecha, no sabemos si por existir o por tener oídos que oyeron lo que ella dijo por su indignada boquita. Se ve que la mejor defensa es un buen ataque.

Esta explícita apología de la pedofilia explica en parte la actitud remisa y complaciente de muchos políticos ante escándalos sexuales con menores (Mónica Oltra y “famiglia”; Boti García, Woody Allen, etc); aunque uno no deja de sorprenderse por la hipócrita severidad que asumen esos mismos políticos cuando se habla de otros casos igualmente repugnantes, como son los supuestos de curas abusadores. Es verdad que, para nosotros, estos casos son moralmente más condenables, por lo que representa un sacerdote. Pero, en el criterio de ellos, no deberían escandalizarse de algo que, en el fondo, no ven mal. Resulta penoso comprobar cómo la misma persona puede tener un criterio puritano o libertino según juzgue a una persona o a otra.

La verdad es que la normalización de la pedofilia es, desde hace muchos años, objetivo claro de la nueva izquierda depravada que prevalece en el Primer Mundo, aunque todavía haya muchísima gente, que dice ser de izquierdas, a las que tal posibilidad le repugne. En esto trabajan poco a poco, como hacen siempre, presentando unas posibilidades que al principio se ven como exageradas y excesivamente transgresoras, pero que de tanto repetirlas se van normalizando paulatinamente, en un ámbito, como es el de la práctica sexual, en el que todo límite tiende a ser visto como un tabú trasnochado. Si una persona de dieciocho años tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera, ¿por qué no va a poder hacer lo mismo una de dieciséis, o de catorce, o de doce? ¿Y por qué no un impúber, que ya tiene uso de razón?

La izquierda de base freudiana ya ha conseguido imponer sobre las masas de nuestro país una determinada concepción de la moral sexual: esa concepción es básicamente hedonista, materialista y mecánica, está totalmente desligada de la procreación y de la estabilidad familiar, y no tiene más límites que el supuesto “respeto” a la voluntad del o de los partenaires. De hecho, en las modernas declaraciones de “neoderechos”, el supuesto derecho a gozar de una sexualidad placentera figura en un privilegiado lugar, y cada vez hay menos argumentos para excluir a nadie de él. ¿No son los derechos humanos, por definición, universales?

Todo lo que sea excluir a alguien de un derecho es una discriminación intolerable. Incluso al final -aunque esta fase nos quede todavía algo lejos- ¿por qué no va a tener “derecho” a gozar de la sexualidad un bebé, aunque no tenga uso de razón? Recordemos que, para Freud, los niños son “perversos polimorfos” imbuidos en el “principio del placer”. ¿No lavamos a ese bebé, lo vestimos o lo ponemos a dormir sin pedirle permiso? ¿No lo bautizan algunos o lo llevan a la escuela, sin contar con él? ¿Por qué no vamos a proporcionarle algo que ellos consideran como un bien casi absoluto, aunque el pequeño no sea consciente del mismo?

Pero bueno, como digo, esto todavía queda bastante lejos. Sin embargo, la erotización masiva de los adolescentes y preadolescentes ya está al alcance de la mano, como se prueba en las fiestas que organiza, por ejemplo, Ada Colau en los barrios de Barcelona. Como siempre, la extrema izquierda va en vanguardia, y los partidos moderados dejan hacer, no les vayan a llamar fachas.

A veces se habla de “responsabilidad” en el uso de este supuesto derecho, y uno puede pensar que se está introduciendo así un matiz de sensatez en el ejercicio irrestricto de esta facultad. Pero para estos ideólogos, el sexo no es más que una actividad placentera que tan solo presenta dos posibles consecuencias negativas: la procreación y las enfermedades de transmisión sexual. En eso y solo en eso es en lo que ellos entienden que hay que ser “responsable”. Pero resulta que ambas consecuencias se pueden corregir mediante el uso del condón, gran panacea de nuestros días. Incluso si este recurso falla, tenemos el aborto, última barrera de seguridad que garantiza este neoderecho.

Por eso, esta izquierda calenturienta se siente ahora lo suficientemente fuerte como para meter toda esta basura en la escuela, con el engañoso título de “educación sexual”, como pretende la irascible Montero. No entramos ya en los contenidos “igualitarios” y de “diversidad”, que ya damos por descontados y que, efectivamente, causarán estragos entre nuestros niños. La llamada educación sexual consistirá básicamente en machacar de manera “pedagógica” a los menores en la disparatada idea de que el sexo es solo un ameno pasatiempo en el que deben iniciarse lo antes posible, solos o acompañados, en la variedad y promiscuidad que les apetezca, y en el que es fundamental tener en cuenta algunas técnicas “higiénicas” para evitar consecuencias indeseables.

Nadie parece advertir ciertos presupuestos antropológicos bastante evidentes, pero de los que solo nos damos cuenta los fachas. Como que los miembros de la especie humana somos seres propensos a sufrir adicciones. Que de todas las fuerzas adictivas que asedian al ser humano la sexualidad es una de las más incontrolables, especialmente en edades en las que uno nada en un mar de hormonas. Y que esos comportamientos, en la medida en que son prematuros y desordenados, dejan secuelas en el alma.

De modo que unas generaciones que ya están muy erotizadas por el acceso masivo a la pornografía, por las modas, las series, las costumbres y los complejos de los padres, van a sufrir ahora un chute de erotización extra, de la mano de maestros y “educadores”, made in Montero, que los van a convencer de que, mientras no violen a nadie, todo lo que dé gustirrinín es positivo.

La perversión de las costumbres sexuales ha ocurrido muchas veces en la historia. A nuestra edad, no nos vamos a escandalizar de lo que ya era viejo en tiempos de Sodoma y Gomorra, pero reconocerán que eso de meter el asunto de la jodienda en la escuela es de récord Guinness. Eso no había pasado nunca y no es difícil predecir las consecuencias que tendrá este experimento social en este Occidente suicida y nihilista.

Los que tengan hijos en edad escolar tienen un motivo adicional para implicarse en lo que enseñan en la escuela. Porque esta gente no va a dejar títere con cabeza.

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CLAVES EN OPINIÓN

Un comentario

  1. A mi no me parece nada mal que haya educación sexual a los adolescentes (no niños) y que se les explique bien los métodos anticonceptivos. Pensar que un si a un adolescente de 16 años una mujer de 25 años (op incluso mayor) le propone relaciones sexuales plenas va a decir que no porque es «pecado» es solo engañarse a sí mismo La paternidad es una decisión muy importante en todos los sentidos y les recuerdo que mucha gente sensata hoy en día se está quedando sin paternidad por el precio de la vivienda, la precariedad laboral y el excesivo coste de la vida. Son la inmensa mayoría para nuestra desgracia como sociedad «moderna y avanzada»

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