Rosalía, la neurociencia y el más allá

Algo está cambiando y sirvan como prueba dos artículos recientes del diario El País para evidenciar que el materialismo está de capa caída. Tratar de explicar a la gente como si fuera un reloj no funciona. La gente no se mira en el espejo y ve un autómata. La gente cierra los ojos y siente un vacío cuando intenta organizar su vida en torno a la premisa de que sólo es un montón de engranajes sin alma, igual si una poesía fuera sólo un conjunto de palabras amontonadas. Esto sucede a pesar de lo dominante que se ha convertido el discurso materialista y le sucede a personas tan en principio internas al sistema como Rosalía. No sólo es que el discurso materialista dominante no te llene después de conocerlo, también decae la idea de que el pensamiento de uno es el mero resultado del pensamiento colectivo.

“Al habla la madre superiora, Rosalía para las amigas”. El País tiene que atacar de este modo a Rosalía porque ha osado confesar en una entrevista que “Yo tengo un deseo que yo sé que este mundo no puede satisfacerlo. No sé si a ti te ha pasado, pero yo he pasado toda la vida con esta sensación de vacío, de sentir que este mundo no podrá llenar ese vacío”. La artista ha explicado que “De repente quería una relación romántica y ponía a la pareja en un pedestal, como si fuera a darme la felicidad, la paz… y no. A lo mejor estaba confundiendo ese espacio…¿será que ese espacio, quizás, es el espacio de Dios, el espacio de la divinidad?”. Por si fuera poco, la cantante expresa que «Como artista, hay una conexión entre el vacío y la divinidad. Si tú haces espacio, quizá Alguien que está por encima de ti puede llegar y pasar a través de ti. Dios es el único que puede llenar los espacios si tú tienes la predisposición, la actitud y la manera de abrirte para que eso pueda pasar». ¿Algo más? Pues sí, Rosalía añade que “Me gusta pensar que en momentos difíciles siempre ayuda muchísimo tener una referencia a Dios. Siempre es la familia en primer lugar y… no, en primer lugar diría que siempre está Dios. Y luego, la familia. La familia es tan importante, cariño. La familia siempre es importante. Llevas un camino que es un poco… complicado. Cuando lo miro, pienso: qué complicado es el mundo en el que se ha metido la Rosalía”. Por si esto no era suficiente la estrella de la canción remata declarando que «Me gusta la idea de vivir en clausura, como una monja», y que “Admiro mucho a las monjas, son increíbles, son como ciudadanas celestiales”. ¿Todo marketing como piensan algunos? Da la impresión de que Rosalía ha ido más allá del puro marketing con sus declaraciones o de que, en todo caso, ya no basta sólo con ofender a los creyentes para hacer marketing. Pobre Rosalía la que le puede caer. No sería la primera vez que una artista famosa se tuviera que desdecir o matizar después de unas declaraciones de este tipo, o mucho más suaves, como consecuencia de la presión.

El hecho sin embargo es que el testimonio de Rosalía es importante por varios motivos. Para empezar cualquier testimonio es apreciable, pero es que Rosalía es un personaje mainstream. Si el sistema dominante eleva a una persona como modelo y referente, es un problema para el sistema si esta persona se sale del sendero marcado. Por otro lado Rosalía es una persona que ya ha alcanzado, como muchas estrellas del sistema, el éxito material absoluto. Belleza, juventud, éxito internacional, parejas famosas, dinero… pero la chica no obstante siente que algo le falta, que hay un vacío que todo eso no llena, que ser estrella musical no está mal pero que quizá lo chanante es ser monja. Obviamente Rosalía, sus ideas y su estilo de vida no representan ni de lejos la ortodoxia católica ni serían un modelo desde el punto de vista de esta ortodoxia, pero justo por eso su testimonio también tiene un valor singular, porque llega de donde no estaba escrito, de donde si algo tenía que estar escrito era más bien lo contrario.

Como si no tuviera ya bastante con lo de Rosalía, el lector de El País se encuentra al día siguiente con el caso de un neurocientífico que ha tenido lo que se viene a denominar una experiencia cercana a la muerte. O sea, una de esas experiencias en que una persona está clínicamente muerta, con el corazón parado y el encefalograma plano, pero que vuelve a la vida y además contando experiencias extraordinarias. Resulta que esto también le puede suceder a un neurocientífico y resulta que también a un neurocientífico le pueden resultar cuestionables las explicaciones de que todo es una alucinación o un chute de sustancias orgánicas. Rosalía siente un vacío interior que no llena el materialismo y el neurocientífico piensa que la ciencia lo explica todo usando el truco de reducir lo existente a sólo lo que la ciencia explica. ¿Creemos entonces también en la reencarnación o los videntes? Obviamente abrir la puerta a que hay algo más es un lío, pero en ninguna parte está escrito que esto fuera fácil o que no sea un lío la vida, lo que no podemos hacer para que parezca menos lío es reducirla a un ladrillo.

Lo llamativo en cualquier caso es que El País, y como El País cualquier publicación ortodoxa del sistema que se precie, tenga que estar saliendo al quite con tanta frecuencia ante testimonios y situaciones como las de Rosalía o el neurocientífico. Se trata además de testimonios cualificados porque uno viene del éxito material y el otro del conocimiento científico. Al materialismo dominante se le escapa el agua de la cesta. El materialismo dominante lleva décadas imponiendo un modelo y una visión de la vida pero resulta que ese modelo y esa forma de vida no llena, ni explica totalmente, ni resulta tan maravilloso como decía el anuncio. O sea, que ya empieza a haber una generación que viene de vuelta de ese modelo.

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