¿Qué se mueve en Marruecos?

Algo se mueve en Marruecos. Por lo menos algo anormal nos indica el sismógrafo. El sismógrafo político, evidentemente. En cualquier país democrático una serie de protestas en las calles raramente significan gran cosa, aunque se prolonguen varios días. Son rutinarias. En Marruecos, sin embargo, este tipo de protestas merecen por su carácter excepcional un análisis más detenido.

El detonante de las protestas han sido las muertes de varias mujeres embarazadas en un hospital público debido al mal estado de la anestesia utilizada. Siendo trágico el caso, sin embargo, no explica por completo lo sucedido. Las protestas que están teniendo lugar, todavía con escasa repercusión mediática en España, no se explicarían si más allá de esta tragedia no existiera un desencanto popular amplio y previo con el estado de la sanidad, de la educación, de los servicios públicos, de la economía, de la corrupción, y de la administración marroquí en general. Hasta cierto punto tampoco son unas protestas totalmente inusitadas y novedosas, pero es que en Marruecos no se puede protestar. Para que en Marruecos hierva la olla la temperatura del agua no tiene que ser 100 grados, sino 1.000. Nos afecta si la temperatura del agua en la olla marroquí llega a 1.000.

En el contexto y análisis de estas protestas no se puede dejar de tener en cuenta la incertidumbre que rodea al estado de salud del rey de Marruecos, Mohamed VI. Sus apariciones públicas son escasas en general, pero más en los últimos tiempos. Cuando además aparece, lo hace mostrando un estado físicamente precario y de debilidad. Por si esto fuera poco circulan muchos rumores de última hora sobre su estado, sobre la sucesión y sobre visitas a hospitales franceses para atender su salud.

Hablando de la sucesión, el heredero del trono es el príncipe Mulay Hasán, hijo de 22 años de Mohamed VI. En toda dictadura un momento delicado es la sucesión, más aún si una de las notas definitorias del heredero es la juventud. Mohamed VI llegó al poder con 36 años. Mulay Hasán puede llegar al poder cuando apenas tendría edad para poder conducir en España la moto que quisiera. Tenemos entonces como poco en el cóctel descontento social, un posible evento sucesorio y un sucesor con apenas madurez. No es fácil imaginar un presidente de gobierno occidental de 22 años de edad.

Cuando en una democracia cunde el descontento con el gobierno, las elecciones permiten un cambio en el ejecutivo mediante un procedimiento pacífico y reglado. En las dictaduras sin embargo no hay válvula de escape en la olla. O se consigue mantener a ralla la temperatura o la olla acaba explotando. Marruecos es un país que se ha librado hasta ahora de una primavera árabe, claro que las primaveras árabes no han resultado demasiado maravillosas. El problema es que lo que suceda en Marruecos nos afecta directamente sea bueno, malo o muy malo.

Con Marruecos además de relaciones económicas tenemos sobre todo un conflicto territorial, y por supuesto un problema migratorio de primer orden. Tenemos además en juego la variable energética a través del Gaseoducto Magreb-Europa que atraviesa Marruecos. El narcotráfico tampoco se puede dejar fuera de esta ecuación con el país magrebí. Una de las cuestiones a tener en cuenta es que en toda crisis interior la primera página del manual aconseja crear o utilizar un conflicto exterior para desviar la atención. No es una posibilidad impensable, por tanto, que si en Marruecos la monarquía alauita empieza a atravesar una crisis interna pueda tener la tentación de desviar la atención creando un conflicto y tratando de unificar a la población en torno a un enemigo común exterior. Puede a fin de cuentas que tampoco esté pasando nada en Marruecos en este momento superior al nivel de catarro, pero como es complicado que pudiera haber problemas en Marruecos sin que muchos intereses de España quedaran en el aire conviene estar atentos a si se escucha al vecino estornudar. Por suerte para afrontar cualquier crisis internacional tenemos al frente del gobierno a Pedro Sánchez, sabiamente asesorado por Ione Belarra, Arnaldo Otegui y Gabriel Rufián. Por consiguiente mucha tranquilidad.

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