Hace unos días se celebró la gala de los Globos de Oro en la que las dos películas más galardonadas fueron The Brutalist y Emilia Pérez, confirmanado que si quieres ganar un premio en el mundo del cine tienes que hacer una película woke sobre la inmigración o la transexualidad. Aunque no se llevó ninguna estatuilla, la reivindicativa actriz trans Karla Sofía Gascón copó buena parte de la atención mediática por su encendido discurso en defensa de la transexualidad. “Podéis meternos en la cárcel, podéis pegarnos, pero nunca podréis quitarnos nuestro alma, nuestra existencia o nuestra identidad”
Paralelamente, también estos días se ha producido el fallecimiento de la conocida como mujer-gato, una suiza que se había operado en el menos 30 ocasiones, puede que más, dejándose al menos 4 millones de dólares en tratar de tener los rasgos de un gato. Vivía obsesionada por los rasgos felinos y el resultado salta a la vista sin más comentarios.
La ironía de toda esta historia es que si una mujer quiere operarse para parecer un gato, en primer lugar asumimos que no hay cirugía que te pueda convertir de verdad en gato, y segundo que algo funciona mal en una persona obsesionada con parecer un gato. Prácticamente nadie sostendrá una postura distinta al respecto. Sin embargo, la cosa cambia radicalmente cuando una persona dice que siendo mujer se quiere convertir en un hombre o viceversa. Aquí lo que es tabú y poca gente se atreve a sostener en público es que esa cirugía es imposible y que algo funciona mal cuando una persona quiere cambiar de género. Cambiar de género es una cuestión que goza de una inexplicable popularidad de la que no goza por ejemplo alguien que quiera cambiar de raza. Si alguien quisiera cambiar de raza, de hecho se le llamaría acomplejado o racista. Puedes ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, pero no puedes ser un blanco atrapado en el cuerpo de un negro. Por alguna extraña razón, asimismo, a un niño que se cree niña le dejamos operarse, pero a un niño que se cree Superman no le dejamos tirarse por la ventana, contradicciones de la cultura woke.
Lo interesante con todo es la mención al alma de la actriz trans que nos ocupa en esta noticia. Y efectivamente, es que el problema de fondo reside en el alma. O existe el alma, y no sólo existe el alma sino que los hombres y las mujeres tenemos almas distintas, o es imposible estar en un cuerpo equivocado. O sea, ¿qué es lo que hace que seamos hombres o mujeres? Si no es la biología sino la cultura, como pregona la ideología de género, entonces es imposible estar en un cuerpo equivocado, ¿pero cómo defienden entonces a las personas transgénero? La idea de que puede haber personas con un cuerpo equivocado exige en primer lugar que haya cuerpos masculinos y femeninos, pero además exige que haya cerebros masculinos y femeninos. Sólo hay un modo de que haya personas en cuerpos equivocados y es que a un cuerpo masculino le pongas un cerebro femenino o viceversa. Si todos los cerebros son iguales, es imposible meter un cerebro en el cuerpo que no se debe. Pero entonces, ¿de dónde se sacan algunas personas que están en un cuerpo del género equivocado? ¿De dónde se lo sacan si, además, sostienen que son lo que son contra toda la educación recibida? Pues la única forma, como hace la actriz de los Globos de Oro, es apelar al alma. A algo que hace que seas lo que eres incluso frente a la biología y frente a la educación. Pero claro, en el fondo esto es totalmente contradictorio con la ideología y el ateísmo de género, que sostienen que sólo existe lo material y la educación, y que cualquier diferencia entre la personalidad de los hombres y las mujeres es cultural. ¿Cómo puede sentirse entonces mujer un hombre biológico educado como hombre? ¿Tiene un trastorno? ¿Está equivocada toda la teoría sobre la ideología de género? ¿Tenemos un fundamento esencialmente distinto los hombres y las mujeres? Lamentablemente cualquiera de estas respuestas no es aceptable para los woke, así que las tres preguntas quedan prohibidas.