¿Es desestabilizar política y económicamente a China el objetivo final de Trump?

Toda la sacudida que estamos viviendo estos días como consecuencia de los anuncios arancelarios puede tener efectos previstos tanto deseados como indeseados, así como efectos imprevistos deseados e indeseados. ¿Hasta qué punto está todo bajo control? Sea como sea hemos roto el statu quo existente y estamos en un nuevo escenario, ¿cuáles pueden ser los efectos buscados o no buscados, y deseados e indeseados, de esta nueva situación? Sin duda una de las claves interpretativas de los movimientos de Trump, puede que la más fundamental, sea la disputa por el poder con China. ¿Quién va a salir más beneficiado por el conflicto en los términos en los que se está planteando? ¿EEUU o China? Y quizá más importante, ¿estamos enfocando bien el problema? Es decir, puede que en general nos equivoquemos al tratar de analizar el escenario o los movimientos de Trump en clave meramente económica, cuando el sentido de los mismos puede encontrar más bien su causa en el terreno geoestratégico. Es más, puede que incluso se esté asumiendo conscientemente, al menos a corto plazo, un sacrificio en el terreno económico para tratar de conseguir una ventaja en el terreno estratégico. A fin de cuentas de lo que estaríamos hablando es del predominio de EEUU o China como primera potencia mundial en el siglo XXI.

De lo que no cabe duda es de que en las últimas horas el conflicto arancelario se ha focalizado entre EEUU y China. Por un lado, Trump ha anunciado una moratoria de 90 días en la aplicación de los aranceles anunciados al resto de países, de modo que sólo se establece un arancel general del 10%, lo cual ha desatado inmediatamente la euforia de los mercados. Sin embargo, por otra parte, ha anunciado aranceles de un brutal 125% sobre las importaciones chinas. Es la respuesta al anuncio previo de China de aplicar un arancel del 84% a los productos USA, que a su vez era la respuesta a una subida de los aranceles al 50% por parte de los estadounidenses, y así hasta retroceder al 34% anunciado por Trump en el momento inicial del conflicto.

Nos encontramos por tanto ahora mismo en un escenario en el que, aunque el resto de países seguimos afectados, claramente se han destacado EEUU y China del resto. Lo que algunos observadores están planteando es que respecto a las dos grandes potencias, teniendo en cuenta la magnitud de los aranceles anunciados, ya no estamos de hecho ante una guerra arancelaria sino ante un embargo, no digamos si la escalada de aranceles todavía sigue creciendo. Es decir, la cuantía de los aranceles anunciados es ya de tal calibre que no son tales, sino que funcionarían en la práctica como un embargo de facto al comercio mutuo de bienes.

En 2024, Estados Unidos exportó bienes a China por valor de 143.500 millones de dólares, mientras que China exportó a los EEUU bienes por valor de 439.000 millones de dólares. Esto da tanto la medida del déficit comercial de los EEUU con China, 295.500 millones, como la asimetría del embargo mutuo o los aranceles mutuos entre ambas potencias. Si ambas dejan de comerciar o su comercio se ve severamente restringido, China pierde un negocio de 439 mil millones mientras que los EEUU sólo lo pierden de 143 mil millones. La afectación directa es por tanto en principio mucho mayor para China. Si Trump quiere hacer daño a China, aunque el escenario tiene otras derivadas como la devaluación del yuan, es evidente que con este golpe efectivamente hace daño. Volviendo al planteamiento inicial de que este conflicto se libre en el tablero económico, pero encuentre sus causas en el tablero estratégico, podemos asistir a una jugada que asume posibles pérdidas económicas propias, pero prevé pérdidas mucho mayores todavía para la potencia contraria.

Nos encontramos ante una situación cuyas consecuencias económicas ya serían suficientemente complejas de analizar de por sí en caso de permanecer estática, pero es que además la situación es dinámica y va cambiando cada día. Así, ahora tenemos un conflicto planteado en términos mucho más severos por parte de EEUU respecto a China que respecto al resto del mundo, con una moratoria de 90 días después de la cual volvería a abrirse un período de incertidumbre, con una posible guerra de divisas de por medio, en un escenario en el que se combinarían capas y capas de efectos positivos contra efectos negativos como resultado de los aranceles cruzados. En este sentido quizá interesa considerar también que el PIB de los EEUU representa un 25% del PIB mundial, mientras que el de China representa un 20%. China sin embargo podría contar con una ventaja, y es la de que sólo ha entrado en una guerra de aranceles contra el 25% del PIB mundial, mientras que los EEUU han entrado en una guerra arancelaria contra el 75% del PIB mundial. En este sentido podríamos asistir a una nueva etapa en la que Trump, a lo largo de los 90 días anunciados, negocie la situación arancelaria y la desescalada país a país, lo que a lo mejor también formaba parte del plan inicial.

La pregunta final es quizá si en esta guerra abierta entre las dos grandes potencias, que es en lo que se está manifestando este conflicto y que era tal vez su propósito inicial, cabe pensar que como efecto previsto y deseado, o imprevisto pero deseado, puede encontrarse la desestabilización política de China. Sería bueno económicamente, estratégicamente y moralmente que China dejara de ser una dictadura comunista. La masacre de Tiananmén en 1989 sirvió primero para evidenciar y después para tapar el descontento social con el régimen comunista chino. ¿Cómo de satisfechos se encuentran realmente los chinos con su régimen? ¿Qué porcentaje de la balsa de aceite aparente es consecuencia de la satisfacción y cuál de la represión? En una dictadura comunista en la que nadie puede decir una palabra para protestar, ¿en qué medida se puede interpretar el silencio general como conformidad? Todos los avances de China desde 1989 y su apertura al mundo, ¿implican ahora más o menos deseos de libertad en la población? No hay manera de saberlo. Lo que parece lógico sin embargo es pensar que el descontento popular en China puede crecer significativamente si la economía se deteriora y los niveles de bienestar retroceden como consecuencia de una guerra comercial. En una democracia la gente protesta y puede votar un cambio de gobierno, pero en una dictadura comunista no hay válvula de escape. O se mantiene o colapsa. A lo largo de la historia hemos visto ejemplos en ambos sentidos. ¿Qué futuro le espera a China?

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2 respuestas

  1. Hay un dato que no se ha tenido en cuenta en este artículo y es la deuda soberana norteamericana que hasta ahora era comprada mayoritariamente por China. Lei por ahí, que China ha empezado a deshacerse de ella y que no va a más subastas de bonos (bonito nombre para llamar a la deuda por cierto) americanos por lo que EEUU se queda sin gasolina. Pero en algo me queda claro que Europa con sus avances progresista no solo no se ha pegado un tiro en su propio pie sino es que no pintamos ya nada en el mundo

  2. Por ahora solo podemos decir que los designios del señor Trump son inescrutables…,¡Ojalá podamos decir también que Trump escribe recto con renglones torcidos!

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