No hay escapatoria: una crisis de aranceles afecta a todo

La crisis de los aranceles está provocando convulsiones a diversa escala en todo el mundo, desde luego a nivel político y económico. Nos encontramos ante una revolución multinivel que hasta hace unos días nos pensábamos que sólo iba a afectar a la defensa, pero ahora vemos que estamos en un nuevo escenario en el que la defensa es tan sólo un apartado más del tablero. Entre otras consecuencias, bajan a plomo las bolsas de todo el mundo. Todas las bolsas. Ningún mercado aparece como ganador neto en todo este enfrentamiento con todas las limitaciones y cargas sobre el comercio que se están anunciando. Nadie celebra el fenómeno. El diagnóstico de los mercados es de momento que pierde todo el mundo, los estadounidenses no menos que el resto del mundo.

Existe no obstante quien pretende ver lo que está sucediendo con tranquilidad y distancia. La tranquilidad nunca es necesariamente mala, pero la distancia es un espejismo. La reflexión de estas personas es del estilo que si yo vendo tomates a Madagascar (es un decir), ¿qué me importan los aranceles que les pongan a los tomates en los EEUU? El problema es que si EEUU impone un arancel del 47% a Madagascar, Madagascar va a tener problemas con sus exportaciones a los EEUU. Por un lado seguramente va a ver reducidas sus ventas a EEUU, porque su oferta de bienes y servicios encarecidos un 47% van a ser menos competitivos, y como por otro lado seguramente Madagascar impondrá unos aranceles recíprocos del 47% a los EEUU, todo lo que Madagascar importe de los USA subirá de precio. ¿Resultado? Un empobrecimiento de los habitantes de Madagascar, que no se llaman madagascarianos sino malgaches. Entonces, aunque yo no comercie directamente con los EEUU sino con Madascar, ¿cómo no me va a afectar la crisis si se empobrece la gente de Madagascar? Y si mi vecino que vendía tomates a Madagascar gana menos porque hay crisis en Madagascar, ¿cómo le voy a vender más sombreros a mi vecino? Todos estamos metidos en esta rueda en mayor o menor medida, salvo el que viva incomunicado dentro de alguna cueva. Corremos por otro lado el riesgo de echar ahora la culpa de todos los males a Trump, como si muchos de los males que nos aquejan no fueran anteriores y paralelos a Trump.

Otro de los efectos todavía no muy mencionados en esta crisis se deduce de nuestra maravillosa política energética, española y de la Unión Europea. Como renunciamos a la nuclear, y llamamos renovables a energías que son intermitentes (porque no hay luz ni viento 365/24/7), cuando no hay luz ni viento (a veces tampoco agua) tenemos que generar energía tirando del gas natural. ¿Cuál es el problema del gas natural? Primero que genera Co2, por lo que en el fondo es todo un timo si se hace en nombre del cambio climático, y segundo que dependemos del gas ruso. Pero no pasa nada si nos peleamos con los rusos, porque tenemos a los argelinos. Pero no pasa nada si nos peleamos con los argelinos, tenemos a los americanos. Y ahora resulta que estamos en medio de una guerra mundial zombi con los americanos. Entre los USA, Argelia y Rusia nos suministran el 90% del gas natural licuado que consumimos. Lo tenemos todo bajo control.

Nos encontramos por consiguiente ante una encrucijada histórica en un momento histórico de máximos de incertidumbre. Han saltado por los aires las tradicionales alianzas comerciales, estratégicas y de defensa. Europa afronta una crisis de crecimiento, de identidad y de reemplazo cultural y poblacional. Tenemos a los estados de derecho en crisis y las libertades democráticas en peligro. La inteligencia artificial no sabemos si nos va a conducir al Imperio de Asimov o al infierno de Terminator, pero intuimos que como poco va a cambiar el mundo laboral tal y como lo conocemos. Sólo falta una guerra comercial a escala planetaria, mientras sigue la crisis en Ucrania, no se termina de arreglar lo de Gaza y se mira a Irán con nerviosismo. Por otro lado, no es casualidad que se nos amontone todo de este modo, eso es justo lo que suele suceder al producirse un cambio de paradigma, todo está relacionado y hay una causalidad de trasfondo. Es más, la corriente de los acontecimientos seguramente aún nos sorprenda con nuevos sucesos. ¿Habrá desaparecido todo menos los bitcoins cuando pase el tornado? ¿Será el presidente un robot? Lo cierto es que el resultado de una crisis y de un cambio de paradigma nunca suele ser de por sí ni bueno ni malo: toda crisis es una oportunidad y que el resultado sea bueno o malo puede depender en gran medida de lo acertadas o equivocadas de las decisiones que tomemos. Esa es la parte buena de todo esto. La parte mala es que nos ha llegado la tormenta estando aún al timón del barco Pedro Sánchez en vez de un robot.

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