El sistema sigue persiguiendo a los denunciantes y críticos del campamento de Bernedo

La administración no reaccionó a las denuncias del campamamento de Bernedo antes de hacerse públicas. Pasó todo un año, en realidad puede que más, con las denuncias pudriéndose en los cajones. Todo lo aparecido en los medios ha sucedido un año después al menos de que la administración vasca y la Ertzaintza ya tuvieran conocimiento mediante denuncias privadas de lo que sucedía en los campamentos. Es decir que nada se hizo, un verano más se celebraron los campamentos y un veranos más hubo una legión de niños traumatizados.

Tras hacerse públicas las prácticas del campamento y saltar a los medios, las autoridades vascas y la administración comparecieron a anunciar nada en concreto, salvo que iban a investigarlo. Ya llevaban un año investigando pero necesitaban más tiempo. La próxima glaciación a fin de cuentas puede tardar siglos en volver. No hay prisa hasta que se congele todo.

Lo que por lo visto sí está siendo urgente es perseguir a los denunciantes, ya sean los propios familiares afectados o las personas y medios que se están mostrando críticos con los campamentos.

Para señalar, acosar e intimidar a los denunciantes, o a las personas indignadas por los sucesos acaecidos en estos campamentos, el instrumento adecuado están siendo plataformas como el Observatorio contra la LGTBI+fobia de Vitoria, Ikusgune, o la Universidad Pública del País Vasco, que ha expedientado a dos de sus profesores.

Lo que por lo visto no genera ningún riesgo de ser denunciado o expedientado es la defensa de estos campamentos. No ya de los propios campamentos, sino de todo lo sucedido en ellos. Mezclar niños con adultos desnudos en las duchas es generar “un espacio para deconstruir la sexualización”. Denunciar que un niño tenga que chupar el pie a un monitor a cambio de la merienda es intolerable transfobia. Criticar que los monitores se paseen desnudos entre los niños o que mantengan relaciones ante ellos es discurso de odio. Colocar una cámara en la ducha de un vestuario de niños es un delito, pero meterse desnudo en la ducha con ellos es al parecer combatir la pederastofobia.

Poco puede extrañar ante esto la prepotencia con la que respondieron a las denuncias e informaciones los responsables de los campamentos. La administración y sus tentáculos han reaccionado ante las denuncias, pero persiguiendo a los denunciantes. Los políticos en el poder no son el escudo frente a estas barbaridades, sino la fuente de estas barbaridades. El sistema no reacciona ante estos sucesos sino que estos sucesos son la consecuencia lógica del discurso impuesto por el sistema. Sólo queda la Justicia y la parte de la sociedad que se resiste a admitir que lo blanco es negro, o que blanco o negro es lo que diga en cada momento el gobierno.

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