Hay un 17% de ultraizquierdistas por un 6% de ultraderechistas

La violencia desatada en Pamplona por la izquierda abertzale ha devuelto al foco de debate el problema del extremismo y la violencia política. No sólo por la violencia política misma y por los centenares de encapuchados atacando el Campus de la UNAV y vandalizando media Pamplona, sino por la reacción de toda la izquierda nacional a esta violencia. Es alarmante ver a cientos de camisas negras sembrando el terror en una capital española, pero es más alarmante aún ver que el gobierno y las formaciones que lo sustentan apoyan, aplauden y hasta agradecen esta violencia.

¿Existe realmente una amenaza fascista? Parece más bien dudoso. Las milicias de encapuchados incendiando las calles no son de ultraderechistas sino de ultraizquierdistas. Es un partido como VOX, y no uno como Bildu, o como Podemos, el que no puede poner un puesto en la calle sin que se plante enfrente un grupo de ultraizquierdistass dispuestos a la violencia. Son los extremistas de extrema izquierda los que deciden quién puede entrar a una universidad española a dar una charla y quién no. Vito Quiles no puede ir a una universidad sin correr el riesgo de que le abran la cabeza, pero Irene Montero puede presentar tranquilamente su libro en cualquier universidad. ¿Dónde está entonces la amenaza de la ultraderecha si no hay ningún problema para ser ultraizquierdista? Si el problema es no ser izquierdista, ¿no es a una amenaza izquierdista a lo que nos enfrentamos en realidad?

Para acabar con los caníbales no podemos comernos a los caníbales. Los camisas negras de la izquierda abertzale no serían por tanto una alternativa tolerable al fascismo aunque efectivamente existiera una amenaza fascista. Es evidente que los camisas negras neoetarras no usan la violencia para defender la libertad. Dentro de la horda de camisas negras no cabe más que un pensamiento. Más bien se trata de un rebaño violento en el que se manifiesta una absoluta ausencia de pensamiento. Cualquiera que se arrime a esa horda con un discurso distinto corre peligro. Dentro de la violenta horda abertzale existe cualquier cosa menos un clima de libertad. El que se come a los caníbales es otro caníbal, no un anticaníbal, y el que agrede a todo el que etiqueta como fascista no es mejor que los fascistas. Sucede además que ni siquiera es que los devorados sean caníbales o los agredidos fascistas. La realidad es que los anticaníbales no se comen a los caníbales, se comen a cualquiera. Los caníbales han descubierto que la forma de poder comerse tranquilamente a alguien es llamarlo caníbal.

Todo esto tiene un reflejo en las encuestas. Desde luego no es que el CIS sea una fuente fiable, pero sus barómetros tienen apartados interesantes. Es decir, lo tergiversado en las encuestas del CIS no son los datos sino la interpretación de los datos, por tanto son interesantes los datos. En este sentido apreciamos un hecho interesante en una pregunta que suele pasar inadvertida, que es la que se refiere a la autoubicación ideológica de los encuestados. 1 es extrema izquierda y 10 es extrema derecha. Pues bien, en el último CIS hay un 17% de ultraizquierdistas por sólo un 6% de ultraderechistas.

Podemos observar más cosas llamativas en este apartado del CIS. En un país desarrollado normal, la curva ideológica representa la típica Curva de Gauss. Es decir, la población se agrupa principalmente en el centro y los porcentajes hacia los extremos ideológicos son decrecientes. En este sentido resulta llamativo, y alarmante, que en la izquierda haya casi el triple de personas en el 1 de la escala que en el 4.

Esta radicalización hacia los polos no ha sido por otro lado siempre así. Tan recientemente como en 2019 el mapa ideológico de la sociedad española que reflejaba el CIS era totalmente distinto al actual, mucho más parecido al de un país pacífico desarrollado y una Campana de Gauss. El sanchismo y el condicionamiento del gobierno por parte de fuerzas como Podemos y Bildu ha llevado a España a una polarización y un nivel de guerracivilismo no visto en nuestra historia reciente. La evidencia del CIS es brutal.

Sucede además que en 2019 la suma de personas de izquierda (casillas 4,3,2,1) era del 40,9%, frente al 23,6% de la derecha (casillas 6,7,8,9,10). Actualmente, sin embargo, la izquierda representa el 44,1% frente al 29,8% de la derecha. En esta polarización la izquierda ha ganado 3,2 puntos y la derecha 6,2. Ante estas evidencias podría concluirse que Pedro Sánchez ha polarizado, dividido y enfrentado totalmente a los españoles tras su llegada al poder. También podría concluirse que la extrema izquierda no se ha multiplicado por la llegada al poder de un gobierno de derechas, sino por una izquierda con un discurso polarizador. Finalmente también podría señalarse la ironía de que la alianza de partidos gobernantes contra la amenaza de la extrema derecha en realidad, con su discurso, lo que han conseguido es que el porcentaje de españoles en la extrema derecha pase del 1,3% al 6,2%. El sanchismo ha combatido a la extrema derecha multiplicándola por 5 desde 2019. Gracias PSOE por enfrentar, dividir y polarizar.

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