La administración vasca al fin reacciona por los campamentos transfeministas para niños: persiguiendo a los denunciantes

En todo el escándalo de los campamentos de verano para niños organizados por la izquierda abertzale transfeminista había dos vertientes a la cual más preocupante. La más evidente e inmediata era por supuesto la de la situación de los niños. Esto fue lo que más escandalizó a los medios y más provocó la justificada alarma social, pero el otro plano, menos inmediato, es quizá el que ahora más nos debiera preocupar.

¿Por qué la administración vasca, incluyendo la Ertzaintza, no había reaccionado a las denuncias que llevaban ya al menos un año circulando? ¿Por qué esos campamentos estaban subvencionados, por ejemplo, por el gobierno navarro? ¿Por qué existe la justificada impresión de que, pasado el primer impacto mediático, este es otro asunto que si de los señores del sistema depende va a pasar al olvido?

Terapia de conversión la suya

La cuestión más preocupante es por tanto la de por qué el sistema no reacciona ante la realidad de este campamento. En un primer momento las denuncias se pierden en alguno de los 400 estómagos del entramado burocrático y administrativo, después los organizadores de los campamentos responden a las denuncias en los medios de forma desafiante, como si se supieran respaldados por el sistema, y finalmente los tentáculos de la administración responden, pero para perseguir a los denunciantes. Terapia de conversión la suya. No se trata de que no haya niños traumatizados, se trata de utilizar la traumatización como terapia de conversión contra la biología, de traumatizar a todos los niños que no pasen por el aro.

¿Por qué el sistema no reacciona contra los denunciados? ¿Por qué los denunciados se comportan como si el sistema los respaldara? Pues porque efectivamente es así. Los campamentos transfeministas como el de Bernedo no se han encontrado con la reacción del sistema porque pertenecen al sistema. El sistema no ha reaccionado como si hubiera sido atacado porque los campamentos no son el enemigo. Los campamentos transfeministas, por el contrario, son la consecuencia lógica de la filosofía del sistema. El sistema no puede ir contra los campamentos sin ir contra sí mismo y su propio discurso.

La lógica de los campamentos transfeministas y la de Skolae es la misma. El campamento de Bernedo es la continuación veraniega de Skolae cuando termina el curso. Lo que dicen los monitores de Bernedo y lo que dice Irene Montero es lo mismo. Irene Montero, por otro lado, no dice nada que no diga el sistema porque es una cacatúa. Irene Montero tiene un sueldo propio de eurodiputada, pero no un pensamiento propio. Los artículos en Berria de Aner Peritz Manterola, “Euzkitze”, el ideólogo de los campamentos que quiere “mariconizar a vuestros hijos”, los firmaría sin problemas el PNV y el 90% de la izquierda española. Como poco entraríamos en ese debate de la sutil diferencia entre no estar a favor de lo que hacen los nazis pero dejar que lo hagan.

A ver quién hace algo contra un tinglado que lleva la etiqueta de “transfeminista”. A ver qué barbaridad no se puede conseguir hacer impunemente, o incluso cobrando por ella, si le pone encima la etiqueta “transfeminista”. ¿Alguien se imagina las portadas y las consecuencias si en un campamento católico los sacerdotes se ducharan desnudos con los niños, les hicieran chuparles el pie o tuvieran relaciones frente a ellos? Hay dos flancos desde los que, a todo aquel que no se haga el sordo, se está advirtiendo de lo que aquí está pasando y de que el campamento de Bernedo es el camino lógico que marca el sistema. El primer flanco desde el que estamos avisando es el de la moral tradicional, y el segundo el de los propios responsables del campamento. Oíganles a ellos si no nos quieren escuchar a nosotros. El campamento de Bernedo no es en este sistema una anormalidad, es el modelo, la consecuencia lógica del discurso que ha impuesto el sistema. No podemos esperar del sistema que acabe con este tipo de campamentos. Es con el discurso del sistema, la ideología de género, con el que hay que acabar para evitar que estos campamentos se conviertan en un referente y en un modelo.

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