Por eso, hoy no parece disparatado hacer del cambio climático uno de los ejes principales de la larga campaña electoral que se avecina. Menos mal que autorizadas voces forales ya nos han tranquilizado afirmando que esta campaña será más “suave” que otras. Y uno se pregunta inquieto qué significará eso para Navarra: duelos de guante blanco, disparos de fogueo –o con escopetas de feria-, lanzar el balón fuera cuando el contrario ruede por el suelo… Al fin y al cabo, para lo que aquí se ventila, diputado arriba o abajo, la consigna parece clara: al “adversario”, ni tocar. Y menos si es “de ésos”, los de los Presupuestos, el Tren, la gobernabilidaz. A ver si vamos a fastidiarlo ahora con la crispacidaz.
Así pues, parece que en Navarra no conviene “enredar” de cara a marzo. Y es que la posibilidad de cambio en Navarra difícilmente se podrá dar si el inquilino de la Moncloa continúa siendo el actual tras las generales. Ahora bien, si las urnas arrojasen como resultado un cambio de inquilino, algunos pensarán: “de perdidos al río”. Y -por ejemplo- los doce que en agosto obedecieron a Ferraz, en cuestión de horas podrían transformarse en “doce hombres sin piedaz”. Por eso, hay quien dice en su fuero (el interno): ¿cambio en Navarra? Quita, quita; calenturas, las justas.