ARTÍCULO ORIGINAL PUBLICADO EN ACTON INSTITUTE
Los problemas del Occidente moderno son los mismos que los que una vez experimentó la Mancomunidad Polaco-Lituana: la erosión del Estado de Derecho, una élite desconectada a causa del amiguismo, una economía pobre, una falta de respeto hacia los emprendedores, la destrucción de la clase media y guerras aparentemente interminables.
Estos problemáticos asuntos suenan, a priori, contemporáneos. Ciertos fenómenos históricos se repiten por sí msimos y, aunque los principales roles son asumidos por diferentes actores, comparten los mismos libretos. Aunque los tiempos y los contextos históricos son diferentes, podemos aprender una valiosa lección del colapso de la Mancomunidad Polaco-Lituana.
Cualquier evento histórico complejo tiene numerosas causas. Los problemas abordados más adelante no serán explicados de manera exhaustiva, aunque ofrecen lecciones útiles para el día de hoy. Interpretar la historia a través de una perspectiva axiológica del liberalismo clásico y el alto valor dado sobre la dignidad humana (desarrollada en el mundo occidental) nos permite señalar los errores del pasado -y reconocer sus ecos en el presente.
La «muy serena» mancomunidad (Serenísima)
La Mancomunidad Polaco-Lituana -aveces conocida como Serenísima («la más serena»)- tuvo varias características que la convirtieron en un país singular. Estuvo ubicado, principalmente, en Europa Oriental, pero su cultura se basó en la tradición republicana romana y el modelo occidental de cristiandad. Fue un Estado multinacional que permitió una considerable dimensión de libertad social, en comparación con el resto de Europa. En gran parte, este país se fundó en base a un acuerdo de tal manera que el voto de cada miembro de la comunidad política -compuesta solamente por la nobleza polaca y lituana- fue del mismo valor.
Podemos aprender una valiosa lección del abandono de las virtudes básicas republicanas y el espíritu del emprendimiento.
Desde la perspectiva actual, poner el poder político total de una nacción en manos de tan solo entre un 6 y un 8 por ciento de sus ciudadanos no impresnina. No obstante, en comparación con los Estados europeos de ese tiempo, algo como un gran país operando en una base no absolutista fue una rareza. También cabe destacar que, en adhesión al principio de subsidiariedad, las autoridades locales ejercieron un poder significante en materia de cuestiones regionales, permitiendo a un gran número de ciudadanos tomar parte en su propia vida cívica.
Desde el 1505 en adelante, el rey no estaba autorizado a aprobar leyes sin la aprobación del parlamento, el Sejm. A finales del décimo-sexto siglo, el rey tuvo que ser elegido por una representación democráticamente constituida por toda la nobleza -una ley para establecer, en sus palabras, la «libre elección». Después de ser elegido como rey, el mandatario tenía que firmar declaraciones garantizando no solo el cumplimiento de las «promesas de campaña» que hizo a los ciudadanos, sino también reafirmar los derechos y libertades de la nobleza. Si hubiera violado cualquiera de los compromisos confiados a él, el acuerdo sobre el que se le confirió el poder podría dejar de aplicarse; los nobles estaría entonces autorizados para utilizar la fuerza, para revolverse contra él.
Es cierto que durante este tiempo, el país experimentó crisis, guerras e interregna -como cualquier otro país europeo de ese entonces. Pero la Mancomunidad Polaco-Lituana únicamente vio este resultado en sus Estados vecinos dividiéndola en tres partes entre 1772 y 1795.
Factor 1: Amiguismo y erosión del Estado de Derecho
La caída de la Mancomunidad de Polonia tuvo varias facetas, siendo una de ellas una crisis ideológica. La comunidad de nobles se basaba en valores republicanos y de igualdad, tales como el respeto al Estado de Derecho. Tal piedra angular ideológica fue necesaria ante el poder limitado del rey. La nación salió bien solo en la medida en la que la élite política le ayudó a mantener sus ideales.
En efecto, los libros estatutarios fueron borrados por el amiguismo.
El noble, que disfrutaba de igualdad ante la ley pero no de igualdad económica, empezó a dividir, más belicosamente, a la población, en ricos y pobres. Los ricos empezaron a remodelar la política del país a su gusto, sin considerar la voluntad de la comunidad entera. La nobleza se opuso a controlarse a sí misma y, en cambio, en el siglo diecisiete, los magnates -los nobles más ricos e influyentes- empezaron a formar centros de poder independientes. Los sucesivos monarcas aprovecharon este acuerdo, para mandar con el respaldo de unas pocas de las oligarquías ricas. Los oligarcas fueron la voz crítica eligiendo reyes, aprobando nuevas leyes y aplicando las ya existentes.
El Estado de Derecho empezó a desaparecer. Un gobernador local, Samuel Saszcz, del distrito de Ovruch, según los rumores, se cubría con sentencias judiciales que se opuso a imponer. En efecto, los libros estatutarios fueron eliminados por el amiguismo.
Factor 2: Desgana por la vocación emprendedora
En su trabajo La riqueza de las naciones, publicado cuatro años después de la primera partición de la Mancomunidad de Polonia, Adam Smith escribió: «En Polonia se dice que toda fábrica está escasa, con la excepción de algunas manufacturas del hogar, sin las que ningún país podría subsistir bien». Las numerosas guerras, la rivalidad constante con Suecia sobre Gdansk y la actitud de la élite política hacia la administración de recursos resultaron en la producción de únicamente los menos refinados bienes, principalmente destinados al consumo personal o el comercio dentro de la comunidad inmediata de los productores.
Es probable que la economía de la Comunidad de Polonia y Lituania habría sido más eficiente, mejor ajustada y más productiva si los negocios y emprendedores no hubieran mantenido una baja autoestima. Solo había tres formas de actividad consideradas valiosas para un noble: política, guerra y agricultura (con la producción actualmente llevada a cabo por siervos en fincas conocidas como latifundios). El comercio fue denigrado como una actividad reservada a los judíos. Ganar dinero en algo distinto a la guerra, la política o la agricultura era evitado por la clase alta social.
¿Eran diferentes otros países europeos cualesquiera? Solo en Inglaterra participaba la nobleza en actividades comerciales. Pero en otros países, especialmente en Europa Occidental, la carga de esta actividad se ponía sobre la clase media, que finalmente se convirtió en la burguesía.
Factor 3: Guerras interminables
Aunque la Mancomunidad de Polonia fue un importante productor de grano, su exportación y producción floreció solo durante tiempos de paz. Peor aún, la crisis económica europea del siglo XVII afectó incluso a este mercado. Las constantes incursiones de grandes ciudades por el ejército también distorsionaron el ejército. Las largas y duraderas guerras contra países vecinos, igual que las revueltas en Ucrania, destruyeron la noción del bien común.
Lecciones para repúblicas modernas
La mayoría de sociedades se dividió en dos grupos: los más ricos y los más pobres. La existencia de una duradera y próspera clase media es históricamente anómala. Solo se desarrolla junto a factores como la estable e imparcial administración de justicia, el respeto a la propiedad privada y uno de los conceptos clave de la Cristiandad: el respeto a la dignidad humana. Estas condiciones influyeron mucho en la Mancomunidad de Polonia. La erosión del Estado de Derecho, las guerras interminables y el emergente sistema oligárquico reemplazaron estos valores.
¿Hay que culpar por sí misma a la nobleza lituana y polaca? Sí y no. Ellos descartaron valores que vinieron a ser adorados por los académicos modernos como las bases de la libertad. El golpe final podría haberse dado desde el exterior. Empero, la partición de la Mancomunidad de Polonia y Lituania nunca hubiera sido llevada a cabo si no se hubiera arraigado desde el interior.
Esta es una lección valiosa para los ciudadanos del Occidente moderno. Abandonar virtudes como el Estado de Derecho, la descentralización, la igualdad política, una sociedad civil fuerte y el respeto hacia la persona humana no hace a una sociedad menos dependiente de un código moral subyacente. Esto solo asegura que estos valores serán reemplazados por otros conceptos morales menos beneficiosos -y la tiranía que producen.