Pese al silencio mediático y la constante manipulación mediática, tanto en la actualidad como a lo largo de la Historia, han existido numerosos mártires de persecuciones religiosas motivadas por esa realidad silenciada denominada cristianofobia. No son pocos quienes, por desgracia, han perdido su vida o su libertad por tan solo defender, sin complejo alguno, su fe cristiana.
Eso sí, las modalidades de persecución no son una mera combinación de disyuntivas, de opciones binarias (existe también el concepto de “muerte civil”, aparte de mecanismos de censura que aún no han llegado a formar parte de proyectos legislativos o normativos, pero siempre basados en la dictadura de la corrección política).
La persecución religiosa a los cristianos en el mundo se debe, principalmente, a dos razones: el islamismo y el laicismo (este último factor no es, en absoluto, exclusivo de los regímenes comunistas, que ciertamente son los que más se esfuerzan en reemplazar a Dios por el Estado, en base a una “falsa religión” y una deidad artificial).
Así pues no ha de extrañar del hostigamiento y el señalamiento en el que se pueda incurrir en pos de la nueva, falsa e impuesta religión de Estado, por medio del feminismo y del homosexualismo (este tinglado de teorías beauvoiristas, en base a los preceptos de Antonio Gramsci, pretende, por vías culturales, acabar con las familias, que son la última unidad de resistencia frente al Estado).
Ante ello, conviene solidarizarse con aquellos que sufren por hacer lo que deberíamos de hacer los demás sin ninguna clase de complejo. Pero la finalidad de este ensayo es más bien seguir el ejemplo así como emprender el correspondiente reconocimiento hacia quienes se están comportando de manera que reúnen las condiciones de referencia de la necesaria contrarrevolución cultural.
Sí, contrarrevolución está bien dicho. Los libertarios y los tradicionalistas somos partidarios del orden espontáneo, por lo que nuestro rol es frenar y revertir todo lo causado por los revolucionarios, que vienen a ser los marxistas -por determinadas vías, tales como aquellas relacionadas con la cuestión cultural.
Por todo ello, quiero hablar de un adolescente polaco que, si bien no es excepción ni excentricidad en una sociedad mayoritariamente católica que, por lo general, es el faro de esperanza de una Europa en negación y declive (principalmente su mitad occidental, como perfectamente sabemos), que “saltó a la fama” el segundo fin de semana del presente mes de agosto: Jakub Baryla.
Un gesto sencillo, pero aguerrido y suficiente
El pasado día 10 de agosto, los grupos de presión “progres” (dispuestos a enfrentarse a la sociedad polaca para anular su catolicidad y su tradicionalidad), con considerable colaboración extranjera (no basta con afirmar “relaciones soristas”), organizaron una marcha homosexualista en la pequeña urbe de Plock (situada en el voivodato de Mazovia y, relativamente, del mismo tamaño que ciudades como Badajoz).
Como ya ocurriera nuevamente en las inmediaciones del santuario de Jasna Gora (en Czestochowa) y en Varsovia (ante los proyectos de adoctrinamiento de género de su consistorio), hubo contramanifestaciones. Pero en esta ocasión, tuvo lugar un gesto muy sencillo, pero que tanto en vivo como inmortalizado refleja lo suficiente para demostrar coraje frente a las hordas totalitarias marxistas.
Sin ninguna actitud agresiva, insultante ni violenta, Baryla se puso delante de los manifestantes homosexualistas exhibiendo un crucifijo y manteniendo en sus manos un rosario. Pero los agentes de policía allí presentes le arrestaron, sacándole del área de la manifestación; y es que podría iniciarse un proceso judicial-penal de “desmoralización” contemplado para menores de edad.
Profunda fe católica no heredada y tradicionalismo libertario
Este chico mantiene una profunda fe católica que ni siquiera ha sido heredada (esto no sería ilegítimo, ya que es la familia quien ha de educar en valores, en contra de lo que consideran asociaciones como la que quiere que el Estado polaco persiga a sus padres por “adoctrinamiento”, acusándoles incluso de ser quienes indujeron a Jakub a bloquear la marcha, siendo todo ello falso además, dadas las visiones ideológicas de estos).
De hecho, quiere ser párroco y seguir proclamando la santísima fe. Por otro lado, no renuncia a cierta implicación política (aparte de reivindicar la total prohibición de ese homicidio de autoría médica conocido como aborto y seguir contrarrestando al lobby LGTBI, sin inmiscuirse en las relaciones entre dos personas del mismo sexo y sus prácticas íntimas).
Se define como tradicionalista y “moderadamente libertario” (cabe recordar que el tradicionalismo y el libertarismo de derechas tienen varios puntos de encuentro en lo concerniente a la oposición al estatismo, la crítica a la democracia y la defensa de la ley natural y los valores cristianos occidentales). Está incluso vinculado a la formación política conservadora-libertaria de Janusz Korwin-Mikke, Wolnosc en polaco.
La ideología de género es contraria a la antropología cristiana
El ideológico totalitarismo de género es una amenaza para la libertad religiosa. Se busca acabar con los valores que definen la cultura occidental y, en consecuencia, erosionar la antropología cristiana, a base de ingeniería social, intimidación, adoctrinamiento y censura. Por eso podríamos decir que, en cierto modo, Jakub Baryla se trata de un mártir más.
Y una vez dicho todo lo anterior, para concluir, ha de quedar claro que Baryla es un joven bastante aguerrido, que emana de una sociedad eminentemente ejemplar en lo concerniente a la libertad y la tradición, así como un valioso símbolo de esa necesaria contrarrevolución en la que más de un polaco nos marca el camino.