¿Cautela ante las manifestaciones de Hong Kong contra China?

Un proyecto de ley que pretende facilitar las extradiciones judiciales de procesados hongkoneses al Estado chino, basado en una férrea tiranía comunista, ha desatado una notoria indignación por parte de los residentes de este territorio autónomo asiático.

Desde el mes de junio, las plazas y calles de Hong Kong (incluso lugares públicos como el aeropuerto) han sido escenario de intensas protestas contra el régimen chino, que pretende reforzar su expansionismo (como ya ocurriera en 2014, motivándose la Revolución de los Paraguas).

No obstante, teniendo en cuenta los intereses ideológicos de buena parte de la llamada «Comunidad Internacional» así como históricas ansias colonialistas británicas y de injerencia exterior fruto de la degeneración iuspositivista estadounidense a favor del big government y el centralismo, hay quienes han abierto un debate muy interesante.

Es el caso de mi amigo y compañero de causa argentino Marco Rassmussen (individuo que, honestamente, en defensa de la libertad, la tradición hispana y la dignidad humana, desempeña una gran labor intelectual que cada vez le es más fructífera), que ha publicado este «controvertido» tuit (comprensible bajo cierta óptica, por lo dicho en el párrafo anterior):

En el mismo se hace una equiparación al movimiento de la Primavera Árabe (en base al cual se derrotó a figuras como el libio Gadafi y se intentó derrotar al sirio Bashar al Asad) que no deja de tener su lógica. Esa «operación» fue tan fracasada como la intervención militar estadounidense en Irak. Para nada se consiguieron niveles de libertad equiparables al promedio occidental ideal y bien entendido.

En cualquier caso, me gustaría permitirme la realización de unas matizaciones constructivas, que tanto carecerán de una actitud ad hominem como destacarán por su posible utilidad a la hora de establecer una serie de consideraciones sobre estos movimientos (en base a mi opinión, sin ninguna intención de incurrir en actitudes propias de una persona pretenciosa).

Obviamente es un error -común- centrarse en la cuestión democrática

Es bastante habitual que activistas disidentes de regímenes comunistas como el chino, el cubano y el venezolano incurran en un error (no pocas veces por ingenuidad conceptual-intelectual) basado en la puesta en valor de la democracia, considerándola como una condición sine qua non para una sociedad libre y responsable.

Pero he de incidir, en línea con intelectuales como Kuehnelt-Leddihn y Hoppe, en lo problemática y nociva que puede resultar la democracia. Esta no solo es la dictadura de la mayoría -que no siempre tiene por qué llevar razón, sino que también es una vía de ascenso para enemigos de la libertad. Eso mismo ocurrió con Hugo Chávez y Adolf Hitler (aunque hay muchos más ejemplos).

¿De verdad se trata de una mera reacción de élites?

Rassmussen teme también que se trate de una mera élite progresista (igualmente marxista, aunque pueda centrarse más en la vía cultural gramsciana) ante una situación de crecimiento económico chino (de todos modos, la economía de este país no es lo suficientemente libre -hay además un fuerte capitalismo de amiguetes-, aparte de estar hundiéndose).

Al respecto, yo creo que lo que podría haber de cierto es que hubiera un entramado post-comunista que fuera algo adicional a toda esa masa social que de buena fe lucha por la autodeterminación, contra amenazas de un régimen represor, que amenaza con repetir por allí una masacre como la de Tiananmen.

Pero ese problema también se dio en Europa Central-Oriental. En Polonia, figuras como Lech Walesa eran comunistas que simplemente reaccionaban ante la pérdida de poder en el régimen soviético sumándose a esa aguerrida mayoría social católica que hizo grandes gestas en pos de su libertad y su independencia. Más de lo mismo en Venezuela, con la «teatrera falsa oposición» de la MUD.

El cristianismo no desempeña un papel nada irrelevante

Casi un 12% de los hongkoneses es cristiano (más de trescientos ochenta mil serían católicos) mientras que uno de sus cardenales, el obispo emérito Joseph Zen, fue incluso una de las voces más críticas y contundentes ante el plegamiento del Papa Francisco ante la tiranía comunista china (con un acuerdo que allana el camino al control estatal de la Iglesia Católica en China).

Varias protestas han destacado por la presencia de cristianos, muy preocupados por la situación de la ciudad-Estado. De hecho, en una de las protestas más recientes no solo se visibilizaron bastantes crucifijos, sino que se fue definiendo una especie de himno característico de este movimiento pro libertatem (una canción titulada Cantemos Aleluya al Señor).

Posibles distorsiones no han de bloquear ningún acto de resistencia anticomunista

Como férreo partidario de la descentralización política bien entendida, no deseo que Hong Kong se convierta en colonia estadounidense o británica. Tampoco me fío de élites globalistas que en realidad son enemigas del Occidente cristiano y pueden tener intereses enfrentados con el régimen de Xi Jinping. Pero no por ello vamos a abstenernos de nuestro deber contrarrevolucionario.

El comunismo, en cualquiera de sus modalidades, es una amenaza para la libertad y la prosperidad social (no solo nos oponemos a este por razones utilizarias). Así pues, ya concluyendo, tenemos la obligación moral de apoyar a esa masa social hongkonesa a la vez que aclaramos conceptos ante posibles distorsiones y velamos por una adecuada desembocadura del movimiento.

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