Hacía tiempo que no veíamos esa foto. El presidente de la Diputación Foral de Navarra haciendo algo constructivo -o al menos inaugurándolo- junto al presidente de esa confederación de las diputaciones vascongadas que llaman Euskadi. La foto de Endarlaza es una foto que hacía falta. Uno de esos gestos del teatrillo político que ayuda a desdramatizar las cosas sazonándolas con una pizca de sentido común.
Todos sabemos que lo que pretende la ideologizadísima clase política euskadiana es llevar al huerto -o al altar, en el mejor de los casos- a su querida Navarra. Por eso los navarros, para no seguir rompiendo el corazón a nuestro príncipe azulado tenemos que insistir en la frase clásica de la calabaza elegante: "me siento halagada pero no puedo. Seamos amigos".
Hacía varios siglos que ya lo éramos, de corazón, casi hermanos, sin necesidad de ninguna teoría racial que viniera a confirmarnos el parentesco. Sigamos ahora siendolo. Y vivamos en paz y armonía con todos nuestros vecinos y/o ex-pretendientes. Si de verdad quieren nuestro bien acabarán aceptándolo. Y hasta es posible que se vuelvan a enamorar de España -como ya lo estuvieron-. Al fin y al cabo es la casa de todos…
Jerónimo Erro