¿Por qué son tan importantes los rifi-rafes que afectan de vez en cuando a los partidos políticos?

Pues porque los partidos tienen en sus manos el gobierno, la admistración, el BON, las leyes, las multas, las subvenciones y las televisiones. Incluso hasta la educación. Y si no lo tienen ayudan a otros a tenerlo.
Aunque exista ciertamente una parte graciosa en las trifulcas internas de cada grupo no podemos tomar a broma esos debates políticos que de cuando en cuando salen a la luz. Lo que dejan entrever las frases ambiguas de los contrincantes públicos no es nada comparado con la trascendencia que puede llegar a tener su paso por el poder. Que UPN  (y también el PP aunque con matices) haya decidido, no ahora, sino hace ya mucho tiempo como venimos denunciando desde este rincón ciberespacial, seguir una filosofía socialistizante, racionalista, relativista y progre tiene, y tendrá a largo plazo, consecuencias muy reales.
A mucha gente lo que le preocupa de verdad parece que no tiene nada que ver con la política. No se dan cuenta hasta qué punto vivimos en un mundo marcado por ideologías que predeterminan hasta los detalles más nimios de la vida social. El que los niños -por ejemplo- anden estresados, obesos, hiperestimulados y cada vez más violentos no es exactamente una epidemia natural. Existe una ideología anti-familia que lleva muchas décadas socavando los fundamentos de nuestra sociedad. Y su extensión ha tenido mucho que ver con lo que se llama "políticamente correcto" y que es una mezcla de relativismo, feminismo y darwinismo en el que el enemigo a batir es la llamada familia tradicional.
Pues bien, al final, estas ideologías "perfectas" acaban estrellándose contra la realidad. Contra la infelicidad. Y contra la ineficacia. No es casualidad el incremento patológico de la violencia doméstica. Y no es inocuo. El desorden familiar acaba generando desorden social tarde o temprano. No es casualidad que haya sido en gran medida un afán especulador de las finanzas lo que haya provocado la actual crisis económica.
La crisis familiar tiene su origen en la promoción del individualismo egoísta y del consumismo; en un inmanentismo que reduce la vida de cada cual al placer del momento presente… todos esos antivalores son a la vez causantes de la inquietud actual y rémoras para paliar los efectos. Si no hay familias como las de antes el desempleo dolerá más. Costará más. Si no hay valores como los de antes ¿en qué se basarán medidas de sentido común como frenar el gasto, sufrir un poco, apretarse el cinturón, etc?
La misión de los partidos en el sistema vigente consistía -en teoría- en encauzar la participación social. Es evidente que en vez de servir a ese objetivo que tal vez hubiera justificado su existencia los partidos viven cada vez más en una burbuja ideológica dañina. La crisis económica duele mucho porque tenemos el corazón en la cartera. Pero la crisis ya era, desde hace mucho tiempo, familiar, y política.
Jerónimo Erro

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