Las elecciones a presidente de los Estados Unidos de América son la mínima expresión de democracia y de pluralismo. La eliminación tajante de cualquier matiz, de cualquier cosa que no sea la opción "a", o la opción "b". Es cierto que contienen diferencias los programas de uno y otro. Pero no tantas. Para empezar todos los políticos de ese gran país dicen ser demócratas, y ninguno, que yo sepa, aboga por el establecimiento de una monarquía. Por lo tanto esas etiquetas de "republicano" y "demócrata" ¿qué es lo que de verdad significan? Pase lo que pase en esas elecciones no cambiará gran cosa. Ya lo verán. Igual que no hubiera cambiado por aquí con Rajoy en la Moncloa, que conste. Así que nadie se haga ilusiones. Es sintomático que nuestros supervivientes más camaleónicos del franquismo, gente con indudable olfato político, como el ex-ministro Fraga, o como la saga Moscoso (descendientes del general franquista Carlos Moscoso del Prado, por cierto), hayan tomado partido por el joven candidato "de color". Pero ellos saben que Clinton bombardeó igual o más que Bush. Y que Osama, digo Obama, promete seguir amparando el infanticidio masivo del aborto. Y su vicepresidenciable, Binladen, digo Biden, con más radicalidad sin cabe. Pero es que Mc Cain lo mismo, porque en este sentido es peor que Bush. Más anti-vida y más anti-familia.
Desde nuestro punto de vista viejoeuropeo -y satélite económico-cultural por tanto del imperio yanqui- es lógico que nos tomemos muy a pecho el espectáculo. Nos emociona como si fuera real… ¡Y no es más que una película!
Jerónimo Erro