Cuando uno se tropieza con alguno de esos entrañables vasquistas de los de antes, de aquellos que cultivaban en familia un amor exaltado a las peculiaridades folclóricas, no puede dejar de sentir algo parecido al afecto. Aquel nacionalismo, reflejo local de los potentes nacionalismos europeos, era a veces hasta patriótico en el mejor sentido de la palabra. Porque a pesar de todo se basaba en la familia y en el respeto a los padres. Por el contrario estos otros neonazionalistas descafeinados de nabai han corrompido lo mejor que un día tuvo aquel imaginario y mitificado pueblo vasco y se empeñan en convertirlo -o transvestirlo- en un referente mundial de la degradación progre. Ya que no consiguen convencer a los otros progres de lo bonita que es la ikurriña separatista quieren al menos unir con ellos fuerzas -y dinero público- para ofrecer gratis operaciones de cambio de sexo a los pacientes que precisen de dicho tratamiento médico. Y fíjense que digo "pacientes" y digo "médico"… si al menos fueran consecuentes a la hora de llamar enfermedad a la enfermedad…
Al fin y al cabo hay una cierta lógica en el proceso mental de estos ideólogos. Porque si uno puede estar legitimado para cambiar físicamente la identidad sexual de cualquier sujeto -y con dinero público, además- ¿cómo no va a estarlo para cambiar por decreto un simple documento de identidad nacional?
Jerónimo Erro