Lo que se tendría que prohibir es la fabricación de cigarrillos

Así lo creo. Pero estoy por pensar que ni se les pasa por la cabeza esta opción, la más lógica y saludable, por las implicaciones que el negocio tabaquero tiene en materia fiscal. Hubo un tiempo en que fumar era una costumbre inocente, a lo sumo un vicio; una forma de difuminar los contornos del paisaje humano embelleciendo las sobremesas con niebla artificial. Pero luego comenzaron a surgir estudios médicos, estadísticas alarmantes, certezas demoledoras. Y en vez de prohibir la fabricación del veneno se decidió etiquetar el frasco con avisos tremendistas, limitar la venta a los menores, acorralar progresivamente a los fumadores. El camino adoptado por los políticos, aunque práctico en apariencia, ha sido engañoso e incoherente. Si es verdad que fumar mata, si está demostrado que provoca cáncer y otras mil enfermedades, lo que hay que hacer es prohibir su fabricación. Exactamente lo mismo que se haría si alguien se dedicara a meter cicuta entre las lechugas del mercado. ¿O no?

Jerónimo Erro

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CLAVES EN OPINIÓN

4 respuestas

  1. Ciertamete no causan gran problema los comedores de lechugas acicutadas, porque no suelen repetir. Pero los que ingieren sustancias como el alcohol, el tabaco, el café, los que toma medicamentos (incluso en las dosis recomendadas por su médico); los que juegan a la tragaperras, los que practican deportes de riesgo o de gran intensidad, los que van en moto, los que ejercen actividades estresantes o de excesivo esfuerzo fisico, los que se casan con quien no les conviene, los que salen a dar un paseo solos, etcétera, etcétera, tendrían que ver «prohibido» ese deseo, en función de un riesgo, más o menos grave, de padecer enfermedades, accidentes, o acelerar el curso de dolencias degenerativas que ¡ay! a todos nos ha de afectar.

    El problema, querido Jerónimo, es de grado, y de conciencia personal. En esto, como en todo, cada uno tiene que decidir, porque si no, el Estado tiene que decidir cada vez más por nosotros, es decir, como niños que no saben que hacer con la libertad, le damos cada vez más poder.

    A todos nos duele ver los daños y el mal que esta falta de conciencia y de responsabilidad humana conlleva. Nuestros hijos no nacen, y los hijos de otros, mueren a diario. Nuestros trabajadores se escaquean, y nuestros empresarios abusan muchas veces del trabajador para obtener beneficios excesivos, y acumular riquezas.

    No es un problema de leyes. Son los límites de la condición humana, me temo.

  2. Ups, perdonen, digo que esa pauta de pensamiento nos lleva a un estado-papá. También lleva a una Iglesia-mamá, o a una religión taliban que dice si las mujeres pueden salir a la calle con o sin velo, o si el sikh se puede cortar el pelo o no, o si tal vaca es sagrada, o tal señor es brahman o intocable…

    Además una mamá sobreprotectora, posesiva y angustiada… lo pedor en mamás.

  3. El problema, don Jerónimo, es mucho más sencillo. Cuando uno fuma en público, los demás fuman con él. Así que nada de otros tiempos inocentes (nunca los hubo), ni de si es verdad que el tabaco mata (sé que no lo duda), ni de meter cicuta entre las lechugas (¿?). Cuando uno fuma en público, los demás fuman con él. Y como los fumadores no han querido entenderlo (han tenido su tiempo), ha sido necesario prohibir que lo sigan haciendo. En público. Porque cuando uno fuma en público, los demás fuman con él. Y ya me perdonará la pesadez de la redacción, pero es que yo, por mucho que la repito, no encuentro ningún problema en entender la frase.

    En cuanto a lo otro, lo de si es tan malo pues que lo prohiban, es otro tema. Inflarse a colesterol también es malo, pero a nadie se le ocurriría prohibir el tocino. La diferencia es cuando uno come tocino, sólo lo come él, pero cuando uno fuma en público, los demás…

  4. El problema es que el estado, como ya hemos dicho otras veces, quiere, a pesar de todo, seguir engordando sus arcas con los impuestos sobre el tabaco.
    Es como los bares que dicen que no van a vender tabaco………..al estado le da igual y les hacen un favor a los estancos, porque el que fuma va a seguir fumando y comprando.
    Yo no soy fumador y me gusta ir a los sitios donde no hay humo. Muchas veces no iba por ello, ahora he empezado a ir mas a menudo.
    Y me admira la gente; no he visto una bronca en bar o restaurante lo que demuestra la civilización de la gente.

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