Todos sabemos de que oscuro pasado totalitario viene Zabaleta y no podemos extrañarnos mucho de que pretenda recortar, como Chavez, o Castro, o Hitler, la libertad de la Iglesia, pero déjenme que hurgue un poquillo en su última y poco fundamentada salida. La crítica visceral que esta especie de José Bono en versión leitzarra ha hecho a la homilía del Arzobispo de Pamplona es muy significativa. Con ella Zabaleta da a entender qué es lo que preocupa realmente en su alma de pequeño apóstata vasco. Pero no es solo que le preocupe, es que parece que le molesta que el ciudadano Francisco Pérez, líder religioso de muchos miles de navarros hable con libertad. El señor Arzobispo no ha dicho nada del otro mundo al criticar la legislación abortista, ha escrito lo mismo cien veces y podía haberlo dicho cualquier obispo, o cualquier católico, así que el escándalo farisaico de monseñor Zabaleta me parece que no es mas que teatro oportunista. Dice Zabaleta que las críticas del Arzobispo a la ley del aborto -entre otras cosas- «no son de recibo» porque son declaraciones «de tipo político». Pero vamos a ver alma cándida… El obispo convoca a una Misa en Javier; como la gente que libremente desea asistir a la misma no cabe en la capilla del Cristo se organiza en la explanada; la Misa se compone entre otras cosas de un sermón u homilía; el obispo en ese momento con mayor razón por no ser político puede hablar de las implicaciones morales de las leyes y de lo que le de la gana; los medios de comunicación, como es su obligación, se hacen eco de sus palabras porque interesan a mucha gente, incluso a Zabaleta. ¿Qué parte de esta sucesión de razones lógicas no entenderá Zabaleta? ¿No se da cuenta de qué al criticar al crítico es él mismo quien está extralimitándose en su papel?