Mientras consigo salir del atasco de La Morea sin un rasguño, leo en el ceño fruncido de los compatriotas conductores una misma pregunta ¿Era esto lo que queríamos? En teoría la idea era buena. Construimos un centro comercial fuera de la ciudad que tanto amábamos, con amplios aparcamientos, con buenos precios, con extensos horarios… pero al final hay días, o puentes, en los que la cosa no compensa. Masificación, consumismo atroz, servicios pobres… A veces se me ocurre pensar que el estado omnipresente, tan aficionado a regularlo todo, se olvidó de decir algo sobre la cuestión de los límites. ¿Tal vez porque así lo han querido los poderosos, los grandes, los acaparadores, los enemigos del muro medianero?. Yo preferiría tener muchas libertades en una ciudad de dimensiones humanas que ser un auténtico preso -como de hecho a menudo me siento- dentro de esta cosa que crece «libremente», sin mesura. A todo se llama libertad pero en caso de que esa segunda lo sea me temo que para el común de los mortales es poco práctica, y más fastidiosa.
Un comentario
Haga como yo, don Jerónimo.. no vaya a esos sitios. Y menos un sábado… Eso sí que es antiforal, si lo piensa bien. ¿o no? XD