Ahora es cuando estamos descubriendo el verdadero termómetro de la crisis. La venta, o no venta, de coches ha tocado de lleno el corazón de nuestra podrida civilización motorizada, como si fuera un amago de infarto en nuestro sistema circulatorio y de transporte, para avisarnos de que aquí está pasando algo gordo. Las ventas de coches bajan cada día más, de forma espectacular… tal vez porque antes estaban espectacularmente por las nubes. Nuestra querida -y temida- fábrica de "coches para el pueblo" está aguantando bien de momento el tirón porque actualmente está reciclándose para un nuevo modelo y sobretodo porque tiene vocación de hacer lo que más se vende ahora, coches baratos y pequeños. ¿Serán suficientemente baratos y suficientemente pequeños en los próximos meses? ¿No será el momento de pasarse a los triciclos eléctricos -o tal vez eólicos- para de esta forma completar el conjunto eco-energético que tanta fama está dando a Navarra? En fin. Seamos positivos. Ahora que vamos a dejar de ver en los coches el prestigio, la imagen y las chorradicas tecnológicas que implacablemente nos han cobrado los marketineros del automóvil puede comenzar un buen momento para la ecología. Bueno para hacer amigos a los vecinos compartiendo el transporte. Bueno para cuidar mejor -a ver si duran tanto como los cubanos- los estupendos vehículos que ya tenemos. Bueno por tanto para los talleres mecánicos. Y bueno en fin para ese objeto de deseo turístico alternativo y tan próximo que representan las mil -que no las diez- maravillas de Navarra.