Como el niño de la jota, las mentes más racionales suelen llorar al ver el mapa municipal de Navarra porque les parece que hay demasiados ayuntamientos. Pero lo peor no es que sean tantos sino que puedan estar descompensados, muy vacíos los unos, a rebosar los otros. Respecto a ese desequilibrio municipal siempre he pensado que no solo sería conveniente agrupar algunos menores sino que tal vez sería buena cosa dividir los más grandes (Pamplona, por ejemplo), por barrios. Mas que nada para tratar así de humanizar el primer peldaño político. Porque, la verdad, ¿no es un poco agobiante que nada más salir de casa lo primero que te encuentres sea un ejército de funcionarios atrincherados? Puestos a elegir prefiero el pequeño, que ya crecerá, antes que el otro, que me mira (políticamente) como si fuese una hormiga.
De todas formas en esta materia todo exceso de racionalismo suele llevar al caos. Por eso lo más sensato será partir de lo que hay aceptando que los ayuntamientos, como las personas, son flacos o gordinflas, ricos o pobres, sosos o salerosos. Y pensar que para ser justos con los ayuntamientos más que dar a cada uno lo suyo lo que habrá que hacer es sencillamente no quitárselo.
Durante décadas la política municipal ha sido para los partidos ideológicos la parte "pagana" y marginal del sistema. De alguna manera no se ha tenido suficientemente en cuenta que la municipal era la política inmediata, la más respetable, la más cercana, la que está tocando con la familia, y la que sirve de cantera para futuros parlamentarios. Es por eso que su financiación no debiera basarse ni en la subvención permanente ni en apaños impositivos. Ojalá se pudiera retomar, convenientemente actualizado, el sentido profundo de los comunales perdidos por las desamortizaciones liberales del XIX. Ahora que los ayuntamientos, especialmente los más grandes, son poco más que administradores que contemplan a los ciudadanos como transeuntes creo que merece la pena pensar que la principal riqueza del municipio comunal era que convertía a cada vecino en copropietario de una misma "empresa" vecinal. ¿No suena esto bien en tiempos de crisis?
Jerónimo Erro