No es que sea mucha cantidad si lo comparamos con los dinerales que cuesta cualquier otra chorrada municipal pero no es el huevo sino el fuero lo que hay que cuidar. Las peñas sanfermineras de Pamplona están en una situación peor que crítica. Ya no son grupos espontáneos de amigos sino que se han convertido en una especie de tumores enquistados, en una especie de fósil del sinsorgo, en una petrificación de la alegría desinhibida que hizo famosos a los pamplonicas. Con sus numerus clausus, sus reglamentos, su rancia ideologización nazi. Hay excepciones honrosas, naturalmente, pero lo mejor que podrían hacer los castas defensores del sanfermín auténtico sería renunciar a toda subvención. Si el ayuntamiento quiere música que contrate directamente a las charangas ¿por qué tienen que hacer de intermediarios del espectáculo complicándose la vida con esos negocios unos mozos que lo único que tendrían que hacer esos días es divertirse a su aire? Todas las demás actividades que desarrollan las peñas son exclusivamente de la incumbencia de sus socios ¿por qué tiene que pagar el resto de pamploneses sus magras con tomate, o sus pancartas repetitivas y sectarias, o su incivismo en la Plaza de toros? Y puestos a hilar fino me parece el colmo que se exija a las peñas realizar al menos una visita benéfica. Si la risa es forzada y la caridad se hace por obligación es que algo está fallando. A lo mejor si que va a hacer falta el museo.
Jeronimo Erro