Supongo que será uno de los consejos que el sabio Baltasar Gracián escribiera hace varios siglos para ilustración de los príncipes. Pero llama la atención la aplicación con la que se practica actualmente este arte del autobombo político. Por cada mil euros de impuestos no creo que se dediquen directamente más de quinientos al bien público. Por el camino se quedan, además de en la administración, los sueldos y las dietas, en esa parte irrenunciable de la acción de gobierno que es la publicidad. Antes la política era el arte de lo posible. Ahora es el arte de lo publicitable. ¿De qué serviría reconstruir un muro con la mano izquierda si no se entera la derecha? ¿Qué sentido tendría lanzar un plan «E» si no sirve para animar la economía de los fabricantes de vallas publicitarias? Hagamos poco o mucho… ¡que conste!. Y cuando menor sea la obra mayor sea el letrero para que la ilusión de la promesa compense al menos la decepción de los trabajos poco ambiciosos. Por si hubiera alguien por ahí cuya función fuera ahorrar gastos a la Administración en estos tiempos de vacas flacas les brindo una pequeña idea: hagan ustedes carteles permanentes, reciclables, portátiles… y un poquito más pequeños. Que más que anunciar informen, y que sirvan para varias obras sucesivas. Jerónimo Erro