Es verdad: los políticos son un problema. Pero según Aristóteles todos somos animales políticos, así que todos somos un problema. Todos somos culpables, unos por acción y otros por omisión. Unos por chulería, otros por borreguismo. Unos por atrevimiento, otros por miedo. Si viviésemos en un régimen aristocrático más o menos puro en el que el acceso a las tareas de gobierno estuviera reservado a los miembros de la nobleza tendriamos alguna excusa, y hasta podíamos estar pensando a estas alturas en una legítima revuelta magnicida.
Pero hoy en día, acolchados mullidamente en esta caliente maraña de orgullo democrático, no tiene sentido que nos quejemos sobre lo malos que son nuestros políticos. Una de dos: o es culpa nuestra, de todos, por dejarles el campo libre a esos políticos que no son realmente los hijos del pueblo que dicen ser sino miembros de una nueva casta de marquesitos rampantes; o bien es que el sistema miente, engaña, se cierra y manipula como el perro del hortelano, que ni gobierna, ni deja gobernar como Dios manda.
Jerónimo Erro
3 respuestas
Mi respetado Sr Erro.
Yo le respondo que la culpa es nuestra. NO hay leyes buenas que no maleen, trampeen ni estropeen los hombres. Somos nosotros los que incurrimos en actitudes infantiles (todos son malos, menos nosotros, que somos muy, muy buenos), e irresponsables. La gente no lo cree, pero es verdad. Y lo vemos en otros pueblos, pero no en nosotros mismos.
Sr. Erro su comentario se basa en un juego entre las diversas acepciones de la palabra político. Cuando Aristóteles define al hombre como animal político lo que expresa es su naturaleza social y su discernimiento entre el bien y el mal. No veo qué problema existe en que el hombre viva en un medio social.
Cuando la sociedad española considera un problema a los políticos lo que está denunciando es que los políticos profesionales se han convertido en un problema. ¿De quién es la culpa de que los políticos se hayan convertido en casta? ¿De los que padecen sus males o de quién los crea?
La creación de una casta política que dispone del monopolio de la política y es financiada con fondos públicos es consecuencia de las normas que regulan el juego político en España. Y estas normas fueron acordadas entre los herederos del franquismo instalados en el poder y los partidos que surgían de la clandestinidad. Ellos propiciaron el reparto del poder entre ellos mientras la gente corriente atendía sus tareas ordinarias y lo consagraron en una Constitución que se celebró sin mandato constituyente. Eso sí el 6 de diciembre de 1978 se llamó a ratificar esa Constitución, cocinada en reuniones secretas entre los jefes de los partidos, bajo la consigna o Constitución o caos.
Volviendo al tema de la responsabilidad. No creo que yo deba hacerme responsable del mal funcionamiento de la organización estatal cuando no dispongo de ningún medio para intervenir en las decisiones que ellos toman. Existe el derecho al pataleo pero, visto lo visto en estos 30 años del régimen de la Transición, no parece que decida nada. El que el día de las votaciones nos permitan elegir entre listas de partidos cuya composición decide el jefe no puede considerarse una decisión como tal porque lo único que hace es determinar la cuota de poder de cada jefe de partido. Las decisiones como tal las toman ellos. Luego no tengo responsabilidad alguna en lo que hacen.
Es irritante que nos traten como menores de edad y luego pretendan atribuirnos la culpa a nosotros.
Itúrbide.- existe el derecho a participar en la cosa. Participe en un partido y exija transparencia, discuta, de guerra, coordine con otros, postúlese como candidato… no deje a los oligarcas en paz hacer y deshacer a su antojo y sin control.
La naturaleza maligna del poder es cosa bien conocida por Ud. Por ello, espero que no se moleste si me permito animarle y recordarle que hemos de desconfiar, y hemos de luchar SIEMPRE contra quien detente el Poder. En esto se basa la idea de los equilibrios. Ocurre que el Poder tergiversa y pervierte las instituciones concebidas para su control; compra las voluntades de los vigilantes, los convierte en sus «soldaditos» y sanciona la corriente interna en los partidos (vea los estatutos del PP y PSOE) y concede podeores de «imperator» al Secretario General.
Qué le voy a decir que no sepa Ud. Si la gente valiosa y lúcida como Ud. se declara impotente y quemada, entonces ¿qué nos queda? ¡nos han vencido, y hay conseguido la dictadura perfecta, revestida con los ropajes de una democracia formal!
Anímese y que no decaiga.