El papelito que no quiso recoger del suelo un alumno del IES Valle del Ebro cuando se lo mandó el profe se ha convertido, después del apreciable trabajo del Defensor y su equipo, en un montón de celulosa antiecológica. No saben cómo me fastidia tener que lanzar esta pregunta extremadamente original: ¿hasta dónde vamos a llegar?
La educación está por los suelos; la responsabilidad de los padres secuestrada por un sistema que ni come ni deja comer; la autoridad del profesorado bajo mínimos; la chulería de los pobres niños pidiendo a gritos que se les diga con claridad cuáles son los límites; los políticos abducidos por una sarta de prejuicios políticamente correctos. Sólo faltaba que el -(solemne)- Defensor del Pueblo de Navarra, que allá en su trono olímpico no es ni padre, ni profe, ni alumno, ni político… vertiera la gota de la náusea burocrática que colma -ojalá- el vaso dando la razón a un alumno insumiso.
¿No tenía este aprendiz de don Quijote otro entuerto que desfacer? ¿No pensó en otros gigantes famosos que trinchar? ¿No ha visto más a mano algún otro encantador malandrín? Armado con la presunta respetabilidad que entre todos le pagamos arremete contra un humilde profesor y de paso contra el sentido común que ordena: Primero, no saques de quicio un incidente de patio de colegio. Segundo, en caso de duda no quites la autoridad al profesor. Tercero, cuando veas que has metido la pata hasta el fondo… rectifica, o dimite.
Este sábado presentaba UPN algunas débiles ideas de color de rosa sobre educación. Todo muy bonito en plan doña eficiencia Barcina. Pero por mi parte, cuando quiera saber de verdad por dónde caminan las políticas educativas en Navarra, miraré a ver qué es lo que dice J. Enériz.