¡Cuánta razón tenía Groucho Marx! Ya le pueden dar todas las vueltas que quieran pero el divorcio (exprés o al horno) no es mas que eso: una consecuencia, una carencia. Un síntoma de que algo falla hasta provocar la ruptura frívola de una promesa solemne. El divorcio es lo que es: una quiebra, una operación drástica y chapucera de borrón y cuenta nueva que destroza más vidas que las que “rehace”. Así como cada matrimonio une con lazos de hermandad a dos familias el divorcio separa esos lazos. ¿Cuántos implicados habrá en los 1.576 divorcios del año pasado en Navarra?
La culpa la tiene el matrimonio. Es decir, esa clase de matrimonio de usar y tirar que hoy en día es el único posible con la legislación en la mano. Un matrimonio que han rebajado entre todos (diputados del no-grupo parlamentario de UPN incluidos) a la altura de la unión aberrosexual. Un matrimonio más ligero que una hipoteca, menos serio que un contrato de alquiler, más informal que un piso de estudiantes.
¿Cómo es posible que se hayan cargado de esta manera mil años del fuero navarro? ¿En esto consistía “la unidad constitucional de la monarquía? ¿Por qué no hemos oído nunca a los parlamentarios navarros -tan autonomistas ellos- de la necesidad de salvaguardar, al menos en Navarra, conceptos tan fundamentales para nuestra misma identidad foral como el matrimonio, la familia, la casa…?
Procuraré no exagerar: ya sé que la familia no es un invento navarro, pero estoy seguro de que si Navarra sigue adelante será a pesar de los matrimonios-basura. Será gracias a los matrimonios que alegalmente, casi clandestinamente, se casan para toda la vida.
Jerónimo Erro