Todo el mundo tiene un precio, dicen. Pero por alto que sea el caché de un saltimbanqui no resulta elegante hablar tal como se habla de compra y de venta de seres humanos aunque sean futbolistas. Si a esto le sumamos la extensión paulatina de motes tipo «CR7» ¿qué clase de modelo humano -inhumano más bien- estamos ofreciendo a la chavalería? La dignidad de cada persona no depende ni de su tamaño, ni de su sueldo, ni de su fama. Un hombre famoso, grande y millonario tiene el mismo derecho a ser tratado con dignidad que otro anónimo, pequeño y en paro. El primero tendrá recursos, es verdad, para abstraerse y hasta para reirse del qué dirán. Podrá hasta pagar a un buen psicólogo que le ayude a arrostrar el trauma. Pero aunque él sea capaz de resistir que la prensa deportiva le mencione literalmente en los mismos términos que a un semental ganadero, hay que tener en cuenta que lo escrito, lo dicho, puede ir calando en otros estamentos sociales, en otros equipos más humildes, y al final, en esa cosa tan frágil, intangible y preciosa que se llama educación.
Jerónimo Erro