Ha tenido que llegar la bendita vaca flaca para que el ayuntamiento de Pamplona renuncie a comprar eso que llaman arte. Me apuesto lo que sea a que esa prudente decisión no provoca ninguna manifestación pública de indignación. Aún queda algo de sentido común.
El arte contemporáneo se ha convertido en un pantano de arenas movedizas a medio camino entre el marketing y la estupidez. Descubrir arte verdadero en medio de ese bazar enloquecido se había puesto muy complicado. Así que la retirada de esa gente que iba a Arco a comprar «con dinero de nadie» no puede traer mas que beneficios a los artistas de verdad. A esos que no tienen tal vez arte para vender el arte que tienen. El cierre del grifo municipal no acabará con toda la morralla pero ayudará a ese loable objetivo.
El ayuntamiento de Pamplona ya no va a comprar. Ahora el colmo de la felicidad sería que se pusiera a vender su pequeña colección de zarrios contemporáneos. Eso si que sería divertido.