No puedo sino aplaudir esta concisa exigencia de la pancarta que hoy mismo, primero de diciembre, han aireado nuestros parlamentarios en la puertica de la oficina. Educación sexual, sí señor, pero de la buena, de la que anima a tratar estas cosicas con un poco de orden y como Dios manda ¿no?. Por cierto que me parece un poco raro que los parlamentarios, que lo tienen todo a su disposición, los presupuestos, los micrófonos, los medios, las leyes, tengan que recurrir al pobre recurso de la manifestación callejera para llamar la atención. Como si fueran ciudadanos normales. Pero en fin, no está mal como digo, que se pida más y mejor educación sexual. Hasta ahora lo que ha conseguido frenar la epidemia no parece que haya sido la educación sino el miedo. No podemos olvidar los grandes avances médicos, pero me temo que el mérito es de dos causas muy humanas y naturales: el miedo en unos y el desarrollo cruel de la enfermedad en otros. ¿Qué pasará en el futuro si los que se arrogan el monopolio de la educación sexual siguen insistiendo en la panacea del preservativo sin decir nada en contra de la promiscuidad? Por un lado insisten falsamente en equiparar látex con prevención. Por otro dicen que no hay nada que temer de las personas infectadas ni siquiera en medio de una sexualidad inestable, infiel, promiscua. ¿Hace falta ser profeta para entrever a dónde lleva este camino? Me temo que como no se invente por fin la vacuna o esto va a ir a mas.
Un comentario
¿Más educación? ¿Está usted seguro que eso es lo que es necesario? ¿Cuantos millones se habrán gastado ya nuestros poderes públicos en decirnos cómo meterla y cómo no?. ¿De verdad que hay gente que todavía no se ha enterado?.