No es fácil para un alavés cuarentón llegar a triunfar en Navarra pero él lo ha logrado. Y como quien no quiere la cosa ya lleva casi veinte años al frente del pamplonetario, ejerciendo de brujo anti-brujería, cobrando de una empresa pública, o sea, al servicio de todos y todas. Y escribiendo por aquí y por allá. O intentándose colar en las ondas de su querida Iglesia Católica tan vilipendiada. Ojalá fuera así de cumplidor todo el funcionariado. ¿De dónde saca nuestro amigo y crítico pensador ese celo apostólico que le devora? ¿Por qué se empeña tanto en que nadie vaya al cielo?. -El cielo se mira, pero no se toca ¿verdad Javier?- A lo mejor obtiene la fuerza del mismo nombre de su santo patrón, como si fuera posible perpetuar el fuego misionero del jesuíta navarro pero aplicándolo a la difusión del escepticismo. En todo caso es un oficio extraño el de Armentia: ¿qué gana nuestro astrofísico preferido en su particular cruzada-anti-cruzada contra los curas? -El racionalismo no salva a nadie, Javier.- ¿Por qué lo haces? ¿Es una venganza? ¿Es por amor al prójimo? ¿Será por simple chulería? Sentado en su cátedra de la sala tornamira, bajo la bóveda de su catedral laica, nuestro comunicador científico sermonea con su credo cientifista. A aquí estamos los navarros, pagándole las alubias y las gracias. Somos realmente una sociedad opulenta.