Ya está bien de tanto hablar de los políticos. Es que parece que no podemos vivir sin ellos aunque solo los queramos para despotricar a su costa. Además de a los políticos podríamos criticar, por ejemplo, a los que hacen el trabajo sucio de los políticos: a los funcionarios ¿no? Y a los que más a menudo de lo que pensamos son los verdaderos responsables de algunas ideas disparatadas que solemos atribuir a los políticos. Pero claro, los funcionarios dependientes de la hacienda foral son 25.000. Demasiados para arriesgarse a meter la mano en ese avispero sin ton ni son. Entre los políticos también hay de todo, pero están más expuestos a la vista general. Y, por qué no decirlo, tienen la cara más dura. Es más fácil. En cambio, ¿cómo hacemos para distinguir el trigo de la paja funcionarial? ¿Qué podemos criticar del funcionariado, en general, sin mezclar churras con merinas. La crítica más común que todos -incluso los mismos funcionarios- hacemos de los funcionarios es que trabajan poco. Y que son demasiados por tanto para el poco trabajo que hacen. Pero luego nos quejamos porque su trabajo nos molesta. Y les pedimos que desaparezcan. Somos difíciles de contentar. El caso es que en algún momento alguien tendrá que agradecerles que la Administración funcione día tras día. Todo lo que tengan que mejorar, o si son demasiados, o si son antipáticos porque no tienen miedo a que les echen, son opiniones que me temo que nos persiguen desde la época de la administración del rey Asurbanipal y que nos perseguirán por los siglos.
Jerónimo Erro