Ese afán que tienen los políticos por excusar su politicismo demuestra que aquí hay gato encerrado. Es como si ellos mismos quisieran reconocer que hay algo malo en ser político, algo indigno, algo pecaminoso. Ser político, o mejor aún haberlo sido, no debiera ser un borrón en el expediente de nadie. Pero cuando los mismos interesados dan por hecho que la militancia política y el desempeño de tareas de representación y de gobierno suponen un baldón en el la carrera de un futuro presidente de una importante institución económica de carácter social es cuando empezamos a sospechar. Y más aún cuando a pesar de esos escrúpulos resulta que se salen con la suya. Para dignificar la política habría que hacer unas cuantas cosas, y una de ellas sería conseguir políticos con la conciencia tranquila. Por lo menos para que si un puñado de ellos se mata en un avión les lloremos como están haciendo estos días los polacos.