«Chernobyl»: Un capítulo sobre la historia de una mentira

ARTÍCULO ORIGINAL PUBLICADO EN STOWARZYSZENIE KOLIBER

(Una voz masculina a la escucha) ¿Cuál es el coste de las mentiras? Un par de disparos en una habitación. Un hombre mayor escucha la grabación. Resulta ser una grabación de su voz.

Tras terminar de escucharlo, empaqueta casetes antiguos con periódicos antiguos. Él está poniendo todo eso en un cubo y cubriendo el paquete con cáscaras. Está nervioso. Podemos ver que alguien le está observando.

Él echa la comida del gato en tres cuencos y fuma un cigarro. Se está subiendo a una silla y colgándose a sí mismo. Son la una y veinticuatro minutos de la madrugada.

En la primera escena, los creadores de la serie están poniendo énfasis en una mentira. A través del lenguaje de la película, tratan de responder a la pregunta planteada al principio.

La historia de la catástrofe natural en Chernobyl es el contexto necesario. ¿Tenemos que considerar esta cuestión dado que no mentimos todo el rato? ¿No nos callamos cuando hemos de hablar alto? En la URSS, los valientes que decían la verdad en voz alta eran eliminados de la vida pública.

Lo mismo ocurrió con quienes advertían de problemas con el diseño del reactor RBMK. Fueron destituidos de sus puestos universitarios, abandonados por sus amigos y olvidados. La información sobre estos fallos se clasificó, lo que causó un trágico incidente en Ucrania.

El personal de la estación energética estaba encargando un test a quienes no estaban preocupados y, lo que es más importante, pensando que el botón AZ-5 funcionaría adecuadamente. Pero no fue así. Explosión. La gente está confundida. ¿Qué ha ocurrido?

¿No funcionó el botón de emergencia? ¿Cómo? Los reactores RBMK no explotaron. ¿Qué decían los contadores de Geiger? Solo uno funcionaba. 3’6 roentgenios, nada grande, nada terrible. Tuvo que ser un tanque de agua. ¿Grafito entre restos? No ahí seguramente.

Las brigadas de bomberos que trataban de apagar el fuego estaban convencidas de que estaban extinguiendo el incendio normal. Algunos integrantes de las mismas morirán por enfermedades derivadas de un exceso de exposición a radiación.

¿Es así cómo ha de ser el procedimiento de seguridad? ¿Es posible que tal incidente hubiera ocurrido en cualquier otra parte del mundo? ¿Por qué tuvo lugar en la Unión Soviética? Hay un par de razones por las que esto ocurrió aquí.

La más importante es que el gobierno soviético clasificó fallos de diseño del reactor RBMK. Precisamente, las puntas de las barras de control se hicieron de grafito, lo que incrementa la reactividad durante un breve periodo de tiempo.

Lo hicieron así para probar la superioridad de la ingeniería nuclear comunista, pero el coste de esa fanfarronería fue tremendo. Hubo entre 4 y 94 damnificados, 300.000 asentamientos y más cánceres. Para ocultar todo esto, se vetaron enfermedades de origen radiactivo en 1988.

Este es el precio de la mayor mentira de la historia: el socialismo. Esta ideología es la aberración de la realidad, en nombre de la cual, se trató de ignorar hechos y leyes generales de la economía y la biología, incluso si estas favorecían sus objetivos.

Cuando tuvieron una oportunidad para implementar sus ideas, estas resultaron ser una pesadilla. La gente está llegando a ser prisionera, absorta en el cuerpo de las mentiras. Decir la verdad es un acto de disidencia, incluso de herejías. La revolución se vende como una utopía.

Además de todos los horrores del siglo XXI, hay aún gente que cree en el socialismo, sobre todo, en el entorno académico, donde abundan. Tratan de convencernos de que todo es un constructo social, por lo que la utopía es fácil de conseguir.

Ellos quieren alcanzar esos goles irreales a costa nuestra porque saben que la vida es miseria y quieren utilizar ese sentimiento de vacío y tristeza en nuestra mentes en ventaja suya.

Liderando nuestras rutinas diarias o pensando sobre el gran sentido en nuestras vidas, es fácil olvidar que nuestra existencia se debe a una sola cosa firme. Estamos sujetos a las leyes de la física y la economía.

No puedes ignorar la distribución de la fuerza cuando construimos un puente ni la ley de la oferta y demanda cuando se sube el salario mínimo. Si no, el puente se derrumbará y millones de personas perderán su empleo, pudiendo colapsar la economía por agregados monetarios.

Esto es cierto, no pudiendo ignorarlo en nuestra consecución de una vida mejor. Si queremos el bien para los pobres, hemos de tener en cuenta las leyes económicas en cuenta.

De no ser así, los haremos más dependientes del Estado. Nos engañaremos a nosotros mismos creyendo que les hemos ayudado, viviendo en un engaño cuando la realidad será contraria a lo esperado.

Esto es el socialismo básicamente: una mentira, un engaño, y el coste de esa gran mentira está publicado en la historia del siglo XX.

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